jueves, 17 de octubre de 2013

Bioética y salud.
Hay una gran cantidad de percepciones sobre el fenómeno bioético sobre los sistemas de salud. Especialmente el que más atrajo mi atención es el referente a la tanatología. En virtud de encontrarse en un amplio dilema de complejidad desde la dignidad individual hasta la decisión responsable, bien del actor o de los actores que circundan el evento, bien por el soporte estructural que las instituciones de salud hacen al respecto, me obligan a demoler los mitos internos de mi persona.
Hago un paréntesis en el asunto de la inmunosupresión como aquel asunto que también implica un gasto complejo de imaginación sociológica. Se comprende que es la administración de fármacos para evitar un rechazo de alguna persona que haya sido trasplantada. Pero cuando se hace la analogía con el proceso sociológico de comprender todo lo que implica un razonamiento de las emociones que intimidan a la manifestación de sentimiento y resentimiento, entonces este asunto toma otro matiz y que se refiere a la eliminación o suspensión del tratamiento de la persona en los criterios de vida a que tiene derecho el ser humano.
Entonces, la tanatología concursa de manera especial para explicar la fragilidad existente en la cultura social sobre el buen o bien morir. Intenta cerrar el ciclo de vida, provocar un cambio en la actitud tanto del que sufre como de los familiares y amigos cercanos. Es la acción de soltar y dejar ir lo que en su tiempo prosperó. ¿Dónde queda el asunto complejo cuando no se logra interiorizar o comprender que las circunstancias de sufrimiento, de separación, de aceptación, incluso de negación, asumen el estrecho vínculo entre la energía y la creación de generar cómo habré de superar esta etapa?  ¿Existe una sabiduría de paz interna para desapegarme de la paz externa?

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