jueves, 31 de agosto de 2017

Complejidad en la investigación urbana

En revista INSTERSTICIOS SOCIALES de El Colegio de Jalisco

http://148.202.248.171/colegiojal/index.php/is/article/view/147/pdf_1


Aproximaciones epistemológicas a la complejidad en la investigación urbana

Óscar Gabriel Benítez González


miércoles, 30 de agosto de 2017

Limpieza de una casa

1.- Proceso
-Poner todo en su lugar
-Desechar lo innecesario
-Lavar ropa
-Lavar platos
-Limpiar muebles y
superficies
-Barrer
-Lavar baño
-Trapear
-Bañar mascotas
-Limpiar patio

2.- Recursos
-Música (Bocinas y
reproductor)
-Bolsas para basura
-Tiempo
-Detergente
-Agua
-Lavadora o lavadero
-Cuerda para tender
ropa
-Sol
-Ropa sucia
-Jabón para platos
-Esponja
-Platos sucios
-Trapos

-Periodico
-Escoba
-Recogedor
-Trapeador
-Balde
-Limpiapisos
-Cloro
-Cepillo para
inodoro
-Escobetilla
-Shampoo para
mascotas
-Toalla
-Guantes
-Dinero

3.- Desiciones
-Cada quien organiza su habitación
-Dividir tareas (Yo: sala y baños, mamá:
comedor y cocina, papá: Terraza, Hermano:
estudio.
-Quien termine primero de limpiar su área
asignada pone una carga de ropa en
lavadora.
-Lavar platos (Mamá)
-Limpiar muebles y superficies (Todos)
-Barrer (Mamá)
-Trapear (Papá)
-Bañar mascotas (Hermano)
-Limpiar baños (Yo)
-Limpiar patio después de bañar a mascotas
(Hermano)

4.- Agentes
-Yo
-Hermano
-Papá
-Mamá
-Mascotas
s

Guadalajara, Jalisco a 25 de agosto de 2017
Estudiantes: Carlo Américo Caballero Cárdenas 
Deyra Dafne Villanueva Jacobo
Carolina Toribio Magallanes                                     Introducción al análisis de las realidades complejas

 SOCIOLOGÍA  
Universidad de Guadalajara
Trabajo 1: Notas del ejercicio reflexivo – Limpieza de una casa y sus procesos complejos
            En una actividad relativamente simple como hacer la limpieza de una casa, intervienen factores de ejecución efectiva que devienen bastante más complejo e imbricados entre sí aquellos sus requisitos: al entrever procesos mentales y procesos materiales para poderla llevar a cabo, se configura primero una planeación (ideal) en la que se plantean (al menos) cuatro grandes categorías sobre las cuales es posible hacer un tendido lógico, a manera de algoritmo pero menos matematizado (más bien operativizado), sobre lo necesario para dicha limpieza.
Tuvimos por pertinente pensar en que dentro de esas áreas 1) Agentes, 2) Recursos, 3) Decisiones y 4) Procesos, existe una relación en la que la combinación de posiciones, opciones y decisiones en general no podían desarticularse; poniendo en primer lugar el problema metodológico de con cuál área empezar o cuál si acaso era la más importante. Luego de un rato de cavilarlo llegamos a la conclusión de que el orden de esos factores no sería relevante en la expectativa del resultado, pero sí al menos en su existencia de hecho, ni tampoco era relevante cuál era el más importante bajo el supuesto de que todas las áreas eran necesarias, en un escenario en el que un grupo de sujeto empieza de cero sus labores de limpieza. Esta alusión a la integración de sentido “ida y vuelta” o bi-condicionada entre las partes y el todo, puede hacerse como intertexto y aprendizaje de los planteamientos más importantes respecto al pensamiento complejo de Edgar Morin, al hablar de la recursión organizacional (2004: 7).
A partir de ello, la operación mínima de poder sacar a relucir, luego de un diálogo entre los compañeros de equipo, los elementos a acotar sobre las categorías o áreas recién mencionadas sería antes que un trabajo de análisis y descripción un trabajo de distinción de elementos entrelazados para la comprensión de una misma acción de la vida cotidiana. De tal manera, resolvimos sistematizar los siguientes aspectos:
Procesos:
·         Levantar objetos no descartables del piso (ropa, zapatos, mochilas…)
·         Las mascotas se deben guardar en el patío, jardín o espacio de hacinamiento temporal para poder llevar a cabo la limpieza.
·         Acomodar los objetos en sus respectivos lugares de almacenaje.
·         Sacudir el polvo de objetos en las paredes, muebles, ventanas, cuadros y lámparas.
·         Abrillantar o pulir muebles y pieles.
·         Barrer o aspirar, primero áreas comunes y luego cuartos y baños (un orden promedial lógico de los integrantes del equipo fue: cocina, sala, comedor, patio de lavado, terrazas, cuartos y baños).
·         Preparar la mezcla de limpiadores para trapear.
·         Trapear y limpiar con implementos húmedos (detergentes con paños o esponjas) uno a uno cada espacio de la casa.
·         Dejar secar un tiempo prudente.
Recursos:
·         Materiales: escoba, recogedor, aspiradora (dependiendo de su uso según clase social o costumbre), cubetas, limpiadores, franelas, plumeros, cepillos, esponjas, guantes, abrillantadores y ceras, detergentes, etc.
·         Económico: Se puede tener los implementos materiales previamente o pedirlos prestados. Con dinero, se los puedo conseguir usados; o nuevos, dependiendo de donde se compre, puede conseguirse de supermercado o de tienda local surtidora. Aproximadamente un promedio de implementos nuevos conseguidos para una primera limpieza, del supermercado, costarían $1200 por esa compra semanal. De una tienda local surtidora, costaría la mitad, es decir aproximadamente $600 por semana.
Respecto a la inversión de tiempo como recurso, viéndose incluso como una unidad de valor económico de medición del trabajo empleado en cualquier cosa,  puede haber la posibilidad de invertir más o menos de él en relación a la disponibilidad de este recursos. Por lo general, los fines de semana se hace una limpieza extensiva, con duración promedio de 6 a 8 horas; mientras que por limpieza puntual o diaria doméstica se invertiría en promedio 1 o 1 ½ horas.
Agentes:
Los participantes de la actividad de limpieza se reparten en grupos que pueden tener una asociación de parentesco familiar como miembros de una casa, pueden ser roomies, pueden ser parejas o incluso amigos o invitados. De entenderse que en otras situaciones, usualmente las labores se dividen jerárquicamente o en función a algún criterio de diferenciación por facultades o disponibilidad de tiempo, observamos que la división interna de la tarea de limpiar podía responder a categorías de sexo, edad, clases sociales u ocupaciones (notándose que aún en una división con prospectiva de equidad, existe un profundo permeo de relaciones de poder con origen cultural).
Decisiones (o implicaciones de procedimiento lógico al limpiar):
·         Orden de los procesos anteriormente mencionados para obtener cierto grado de efectividad en una limpieza esperada como satisfactoria.
·         Seleccionar sólo algunos espacios de la casa para limpiar o si se hace todo.
·         En casas de varios niveles, barrer y limpiar de planta baja a planta alta, o bien de plata alta a planta baja. En casas de un solo nivel, barrer o limpiar de adentro hacia afuera o de afuera hacia adentro.
·         Establecer criterios en relación a los roles de los participantes para distribuir las tareas
A raíz de esa sistematización ideal, quizá incompleta para verse en muchas más vertientes y opciones de clasificación, los compañeros de otros equipos contribuyeron con un importante ejercicio de retroalimentación respecto a muchas limitaciones o rasgos de posicionamiento social-económico-político-cultural que convertían muy singular nuestra propuesta de ver los procesos. Se resaltaron diferencias respecto a otras propuestas en lo concerniente a lo material, las divergencias en la división social del trabajo o cuestiones desde la subjetividad en las cuales la actividad de limpiar una casa implica muchas otras cuestiones de percepción y significado. Con la dificultad presentada por esas observaciones, y tras revisar estas notas con más detalle al momento de hacer nuestra versión de un diagrama de flujo para él, encontramos que el ejercicio no podría tener conclusión pues el proceso de su llenado traía a consideración nuevos elementos descriptivos, así como nuevos problemas. Hay de por medio un problema reflexivo y epistemológico respecto al intento de conocimiento a generar que no tiene finitud.
Fuente de consulta:

   MORIN, Edgar. (2004). La epistemología de la complejidad. En: Gazeta de Antropología [En línea]. 20. Consultado el 21 de agosto de 2017. Disponible en: http://www.ugr.es/~pwlac/G20_02Edgar_Morin.html

¿Podrían evitarse los desastres naturales como el de Harvey en Texas?

https://www.citylab.com/environment/2017/08/the-disasters-we-refuse-to-imagine/538356/?utm_source=nl__link3_083017&silverid=MzU4Mzg0Nzk3NzA1S0

Esta autora dice que se trata de un problema que no siempre estamos dispuestos a anticipar. ¿Se trata de medidas demasiado complejas de planear?

A catastrophe like Hurricane Harvey was long predicted for Houston. But to live next to a dam and never fathom a breach is not a uniquely Texan brand of magical thinking.
As the death toll climbs past 30, Houston is bracing for the next phase of Hurricane Harvey’s devastating 50 inches of record rainTwo major flood control reservoirs in the metro area began spilling over Tuesday for the first time in their history, endangering the lives of those in the normally dry floodways. And with the storm making a second landfall, the rain keeps coming.
“We never thought this area would flood,” one shivering resident told the Washington Post.
How can that be? For years, experts have warned that a catastrophic flood would hit Houston. Harvey is unusually severe, but its dire forecast was clear. But even with two lethal floods in the last two years, Harris County was unprepared.
Low-lying Houston’s growth and aggressive embrace of sprawl heightened its vulnerability to a storm like Harvey. Yet to live next to a dam and never fathom a breach is not a uniquely Texan brand of magical thinking.
Virtually everyone has a hard time imagining enormous natural disasters—even when all signs point to the “Big One.” To respond urgently to an outsize risk before it has morphed into real-life threat is what’s odd. It requires hurdling over the dismaying normalcies of human psychology.


“Perceiving risk is all about how scary or not do the facts feel,” David Ropeik, a risk-perception expert, told me in July 2015. “A risk in the future feels a lot less scary than a risk that’s presented right now.”
The emphasis is on “feel.” When people assess risk in the face of objectively high stakes, we lean on our guts more than our brains. When the risk exists at some undefined point in the future—as opposed to, say, in a tiger springing to attack from five feet away—it’s hard to connect emotionally. So until the floodwaters are racing down their street, it’s hard to get people to act.
Hence, perhaps, the lack of a cohesive, coordinated evacuation plan in advance of Harvey. Ditto the backed-up storm drains, the dust-collecting plans for $15 billion coastal barrier, and Houston’s famously unchecked sprawl remaining unchecked.
One would think that Houston’s long history with devastating floods would invigorate action. Just two months before Ropeik and I spoke, eight people had died in Harris County when a storm dumped 11 inches of rain on sections of Houston in ten hours. Indeed, Harvey is the third “500-year flood” since 2015. That means Houston has experienced a level of flooding that’s supposed to have a 1 in 500 chance of happening any year, every year. “You’d think regionally they’d have a better plan in place,” Wesley Highfield, a professor of marine sciences at Texas A&M University at Galveston who specializes in flood resilience, told me earlier this week. You’d think.
But to borrow a phrase from Kathryn Schulz, humans are “temporal parochialists.” We have a hard time imagining what lies beyond the borders of our present. We’re bad with numbers, too, perhaps especially with probabilities, like the 100- and 500-year metrics that FEMA uses to measure flood risk. Those aren’t helpful to a population (including policymakers) predisposed to writing off abstract hazards. As other journalists have pointed out, a “500-year flood” sounds like a flood that’s supposed to happen once every half a millennia. If a catastrophic flood happened last year (as, indeed, it did), many people might think that they’ll be safe this year. But that’s not right: Probability isn’t a predictable pattern. The dice reset every roll. Psychologists call the belief that an unlikely event won’t happen again the “gambler’s fallacy.”


Also, Houston’s odds of a Big One are getting higher than FEMA estimates. In a masterpiece of prescient reporting, the Texas Tribuneand ProPublica outlined last year how Houston has erected new subdivisions of homes, malls, offices, and apartment buildings in flood-prone areas, both accommodating and driving explosive population growth in recent decades. The asphalt and concrete has rendered an expanding swath of Houston impermeable to the storms the area has always known. And as storms become more frequent and more severe thanks to climate change, “once in a lifetime floods” are now a regular occurrence.
“Every year we put more people and critical assets in harm’s way,” Sam Brody, a Texas A&M University at Galveston professor who specializes in natural hazard mitigation, told the Guardian just two months ago. “We keep rolling the dice and the stakes become higher.”
The problem does not lie solely in human psychology, though. Look at the Dutch’s evolved response to rising sea levels. With absorptive infrastructures like canals and greenways, they are allowing water into their cities, rather than attempting to block it with concrete levees and dams that emanate a false sense of security. See how Japan responded to the Fukushima disaster by doubling down national efforts to secure the islands for quakes and tsunamis. Why can’t the U.S. be like them?
Well, policymakers could start by acknowledging that climate change is real, as do the national governments of Japan, the Netherlands, and, well, most every other country in the world. Houston’s oil industry may recognize this, but not Texas Governor Greg Abbott, or mainstream congressional Republicans, or President Trump. “If you have lawmakers who refuse to acknowledge it is occurring, how do you implement policy to mitigate its effects?” wonders Meghan McPherson, an emergency preparedness expert and the assistant director of Adelphi University’s Center for Health Innovation.


McPherson got her start in emergency management after 9/11, inspired by first responders in New York. She has observed changes, locally and nationally, to the way emergencies are handled and mitigated as a result of the attacks—and as a result of Hurricane Katrina and Superstorm Sandy. There have been some improvements, some lessons learned. Hundreds of billions of dollars poured into “homeland security” have made the country safer from certain types of orchestrated terrorist attacks. Parts of New Orleans are tucked behind stronger levees. And infrastructure upgrades are “hardening” greater New York City.
But with our short attention spans, low civic engagement, and limited sense of time, we haven’t gotten nearly enough done—in Houston or elsewhere—to prepare for the Bigger Ones that are coming. Look at New Orleans: As Harvey descends on the city on the 12-year anniversary of Katrina, its flood pumps are broken.
It also doesn’t help that the U.S. is big, spread out, and increasingly fragmented. Our temporal parochialism is exacerbated by political and geographical parochialism. The legislative process is slow by design. And on the local level, every worry competes for the scant tax dollars are available (and in Houston, what scant tax dollars are levied). Should leaders direct money to special-needs students, long denied adequate educations, with faces and names and families you know? Or to a distant wall of water that might never arrive?


At the federal level, it can be the same zero-sum game. In fact, since FEMA is now under the umbrella of the Department of Homeland Security, programs that prepare the country for floods—by far the most common and deadliest kind of domestic hazard—directly compete with counterterrorism programs. Trump’s proposed budget cuts to the National Flood Insurance Program would shift wads of cash to border patrol, notes McPherson.
In truth, terror attacks are smaller, far more distant threats than rainfall. But psychology shows we are more likely to mobilize to mitigate them—partly because of the strength of Islamophobic fears, and partly because people really hate risks that are purposely imposed upon us by outside forces. The risks that accompany choices we’ve made—like the choice to live in a flood zone—we take less seriously.
How do we work around our irrationalities? One grim hope: As the number of Americans who have first-hand experience with climate-related catastrophe grows, the necessary political support for smarter decision-making could, too. Policymakers may push to reform a financing system that pits special-needs students against billions of dollars of flood damage. The current discussion about budget priorities may, in the wake of Harvey, finally reflect the gravest threat facing the nation.
Or not.
“Hope springs eternal,” says McPherson. “The 15 years of emergency management in me says there will a lot of discussion about what we’ll do differently after Harvey. But when the Klieg lights shut off, and we move to next threat”—whether it’s North Korea, or ISIS, or Trump himself—“these things may fall to the wayside.”

martes, 29 de agosto de 2017

Actividad 1 la limpieza de una casa Estudiantes: Gutierrez Aguilar carlos Alejandro, Chávez Aceves Luis Mario, Lupercio Madero Ivan



El complejizar el proceso de limpieza de una casa
Estudiantes: Gutierrez Aguilar Carlos Alejandro, Chávez Aceves Luis Mario, Lupercio Madero Ivan.





Bajo la premisa de que la labor de limpieza de una casa, al ser una actividad cotidiana presumiblemente tan conocida, no puede ser vista como una actividad compleja. Dicho esto, nos dimos a la tarea de identificar una serie de factores e implicaciones que se hallan inmersos esta actividad. El problema inicial fue que la actividad se complejiza, por factores externos al solo proceso de limpieza (sacudir, barrer, trapear etc.)  Estos eran el tiempo y el espacio en el que se realizarían y cuantas personas se tendrían que designar para el reparto óptimo de las actividades competentes al proceso.
Lo primero fue plantear un núcleo familiar provisional en una serie de circunstancias que podrían afectar la limpieza de la casa, situaciones como tiempo de estancia en el espacio en donde la limpieza se llevará a cabo, número de integrantes e implicar además si estos integrantes pudieran disponer de un tiempo condicionado a ciertos días de la semana.
El planteamiento obedecía a las siguientes características:
Una familia de cinco integrantes reconocidos para la actividad como “los agentes”:
Madre (53 años)
Padre (55 años)
Hijo (22 años)
Hija (17 años)
Hijo (15 años)
Al enlistar los elementos que responderían al nombre de recursos nos encontramos únicamente con los siguientes:
1.- Dinero: con el cual se adquiere desde el espacio como el permiso para ocupar el espacio donde se realizará la actividad de limpieza.
2.- casa/adquisición: El espacio en el cual se realiza la actividad y sin el cual no podría plantearse como una necesidad.
3.- los artículos de limpieza: Respondiendo a que estos debían poder ayudar a; a) sacudir b) barrer c) trapear d) lavar platos/trastes
La selección de artículos sería una actividad a priori de los “procesos” de limpieza antes mencionados. La razón, la selección deliberada y en la cual se invierte tiempo a conciencia para realizar implica eliminar artículos de un espacio que se reduce si es que estos, no tienen un espacio asignado aún o bien, nunca lo han tenido. Siendo calificados como inútiles u obstaculizadores para el tránsito de los miembros de la familia en las habitaciones de la casa.
Tomando en cuenta que la asignación de tiempos para realizarla en este caso suponía que la actividad de limpieza correspondería mayormente a “los hijos” se suponía que las actividades serían distribuidas en virtud de la frecuencia con la que podrían realizarse las actividades dentro de un periodo de tiempo (una semana). Esto obedeciendo a dos condiciones
1.- Las actividades de los agentes determinan su organización y dedicación para realizar esa actividad, así como la propensión de la casa a ensuciarse. Aquellos integrantes de la familia (agentes) que dispongan de más tiempo libre se les asigna más actividades. Pudiendo ser estas; actividades de índole académica, laboral (en caso de que todos o la mayoría de sus miembros se encuentren posibilitados de desempeñar alguna actividad remunerada) o bien alguna actividad adicional en la rutina de cada miembro (algún pasatiempo)
2.- El tamaño de la casa, familia y la cantidad de objetos dentro de ese espacio determinan el tiempo requerido para la limpieza. Considerando que podría tratarse de un espacio de reciente adquisición por la familia, en el cual cada espacio disponible ya es ocupado por artículos seleccionados por los familiares, por lo tanto, la selección podría quedar descartada.
 En un segundo caso, el hogar ha sido habitado por la familia durante un considerable periodo de tiempo, lo que daría lugar a que se acumularan pertenencias (independientemente del tamaño del espacio) y de tal manera podría designarse dentro del periodo de una semana un momento, una cierta cantidad de horas donde absolutamente todos los miembros de la familia deberían colaborar en la actividad de limpieza lo que se llamaría  limpieza general, donde encontrar tiempo para realizar actividades que se hallan rezagado.