miércoles, 9 de octubre de 2013

Complejidad de la educación.
Largo es el camino por recorrer para comprender el engranaje que envuelve al delicado conflicto educativo. Edgar Morín insiste en provocar un ambiente de incertidumbre para que de esa forma se pueda distinguir el orden y el desorden que imperan en el proceso educativo.
Orden, cuando se observa cómo el quehacer educativo sigue cautivo: asistir a clase, levantar la mano, opinar, hacer la tarea, cumplir con el reglamento institucional, interactuar...
Desorden: subordinar, generar caos, confundir, rebelar, perturbar la paz, tanto interna como externa, crear una propia estructura de empatía con sus pares -sociedades con fines específicos (bulling)-, la alienación y enajenación provocada por las redes sociales tales como la apropiación de estilos de vida -modelaje-, en fin... a la par de que ya no se sabe lo que hay entre identidad, unidad y pluralidad del acontecer social de cada entorno.
Habría entonces que abordar cada tópico por separado tan sólo para identificar que existe una movilidad, una innovación y un distanciamiento entre lo que sucede tanto en el tiempo como en el espacio de lo que se observa en la ´modernidad´ mismo que genera un ausentismo del educando en su aprendizaje. Lo realmente triste y complejo de este asunto es que a partir de todas estas y algunos otros más factores se está construyendo una realidad a todas luces utópica.

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