jueves, 10 de diciembre de 2015

El sistema complejo de género

La noción de sistema social tuvo su apogeo en un primero momento gracias al funcional-estructuralismo de Talcott Parsons, con su versión de sistema funcional universal-positivo, es decir donde existen principios funcionales positivos (normas) que deben acatarse y donde los que no se adaptan a la regla son deslegitimados y considerados disfuncionales. Este concepto de sistema social como algo que debe moldear, dirigir, coartar a los individuos permea hoy en día las diversas estructuras sociales como la económica, la política y la jurídica en todo occidente, claro en sus variadas formas y por supuesto siendo unos más funcionales que otros. Robert Merton discípulo de Parsons se dedicó a cuestionar el hecho de que los sistemas sociales fueran necesariamente positivos y funcionales, declarando que eso posiblemente suceda en sociedades pequeñas primitivas pero no en las sociedades grandes y complejas. Merton acuña el concepto de disfuncionalidad, probando así que los sistemas sociales también tendrían  consecuencias negativas para los individuos dependiendo de su posición social,  etnia o género. Sin embargo el pensamiento hegemónico a nivel mundial sigue tratando de imponer la noción de un orden universal positivo que debe ser impuesto por parte de las instituciones. El carácter restrictivo de esta visión irrumpe con la democracia como tal, ya que no da cabida a alternativas, excluyendo y desvalorizando lo diverso siempre con el objetivo de mantener el orden (para unos cuantos). A pesar de que Merton indico que los sistemas sociales son más complejos, se dividen en subsistemas y que sus consecuencias pueden ser negativas, hoy en día vivimos en un darwinismo social, donde sigue prevaleciendo la ley del más fuerte, esto está impreso por supuesto en el espíritu de instituciones e individuos (adaptados a la norma).
Uno de los subsistemas que restringe fuertemente las interacciones entre hombres y mujeres es el sistema de género predominante en Latinoamérica. El sistema de genero se considera como el conjunto de actitudes, creencias, posturas y estereotipos que definen los roles y comportamientos legítimos dentro del sistema social. Lo que está más que probado por los estudios de género es el sinnúmero de conflictos y contradicciones que produce, es decir el sistema de genero es disfuncional debido a que no es acorde a su tiempo y espacio, la identidad de género que son las percepciones de los individuos sobre sí mismos como sujetos sexuados, es moldeada por los esquemas mentales que se interiorizan a través del sistema de género (hegemónico) institucionalizado. Hoy en día en México seguimos el paradigma tradicional de Parsons que excluye a los que no son funcionales al sistema, utilizando mecanismos restrictivos de género para los individuos considerados disfuncionales como la violencia de género (física o simbólica), la estructura jurídica desigual, la exclusión de mujeres del mercado laboral, la homofobia, el sexismo y la deslegitimación como castigo social, entre muchas más.
El hecho de que el sistema de género sea desigual tiene un objetivo claro, mantener el orden social, el problema es que ese orden social ya no es el mismo de los 40´s, ya no estamos en la época de la posguerra, los cambios históricos nos exigen adaptarnos a nuevas formas de entender y practicar el género. Hoy en día la mujer tiene nuevas aspiraciones, sus prácticas sexuales son más abiertas y flexibles, desean estudiar un posgrado, viajar por el mundo o no tener hijos, desean vivir solas, ser productivas, libres y autónomas. El problema es que el sistema de genero hegemónico se dedica a censurarlas, restringirlas y castigarlas socialmente, del mismo modo los hombres nos vemos forzados a reproducir el estereotipo oficial del hombre poderoso, proveedor, frio, sin sentimientos, se nos exige casarnos y formar una familia, se nos exige ser guapos, altos y fuertes en un país donde la mayoría no lo somos, se nos exige a los hombres ser promiscuos y tener muchas parejas sexuales cuando muchas mujeres lo que buscan es un príncipe azul que les sea fiel para toda la vida. Esto quiere decir que el sistema de género legítimo está plagado de disfunciones, contradicciones, conflictos de todo tipo. Lo ideal sería replantearlo, reestructurarlo, hacerlo lo más funcional posible. Sin embargo el sistema de género en México dista mucho de encaminarse en ese sentido debido a la plutocracia que dirige el país. Los cambios concretos que exigen los colectivos LGTB & FEMINISTAS es básicamente el poder de decisión sobre su cuerpo, y eso implica la noción de libertad y democracia, la postura es precisamente que una mujer puede decidir abortar si lo cree conveniente o no, que decida si quiere casarse o establecer otro tipo de relaciones de pareja,  así como un transexual desea caminar por las calles sin ser castigado socialmente. Podríamos pensar que esto ya es posible, pero si partimos del principio de inclusión y bienestar social para todos la realidad es que solo es posible para ciertas personas con un status social elevado, sobre todo con capital económico alto. Otro factor considerable es  la falta de dialogo reflexivo entre géneros no solo de la diversidad (LTGB) sino entre género masculino y femenino. Existe una dualidad donde al hombre se le atribuye el papel activo-productivo y a la mujer el papel pasivo-reproductivo, por lo tanto la mujer sigue estando un escalón abajo en la escalera del status social ya que al hombre se le atribuye el papel “importante” en sociedad como la política, las leyes y el sector empresarial, mientras a la mujer se le atribuye el papel secundario mejor conocido como espacios privados (el hogar, la familia, el chisme entre amigas y el ser bellas). No estoy diciendo que todos/as los varones y féminas heterosexuales se adapten a esta identidad estereotipada sino que más bien son bombardeadas con estas representaciones por parte de las instituciones hegemónicas ya mencionadas al principio de este ensayo. Por ende en una estructura social (como la mexicana) que castiga y deslegitima a lo que no se adapta la norma tendera a reproducir socialmente estas identidades hegemónicas causando en su propia génesis la desigualdad.

La propuesta en este sentido tiene que ver precisamente con la forma en cómo definimos un sistema igualitario, si bien las instituciones en México y Occidente tienen desde sus preceptos el enfoque de bienestar social y democracia, en la práctica cotidiana del genero, no está sucediendo a gran escala, sino en ciertos grupos minoritarios que se involucran en los estudios de género como los colectivos ya mencionados (LGTB, Feminista, Masculinidades). El paradigma de las masculinidades o estudios del hombre propone precisamente un cambio en nuestras actitudes, posturas, creencias, valores y prácticas con el objetivo preciso de evidenciar la desigualdad de género pero sobre todo visibilizar los conflictos que produce en los hombres. El hecho de que como hombres se nos pida ser exitosos, guapos, altos, fuertes, fríos, racionales y con capital económico de entrada es un conflicto subjetivo, ya que es casi imposible para cualquier hombre cumplir con todos esos mandatos divulgados socialmente, sobre todo por los medios de comunicación hegemónicos (televisión, cine, revistas, moda). De entrada cualquier varón considerado dentro del marco LGTB se convierte en disfuncional dentro del sistema legítimo ya que no existe como tal una inclusión y más bien se encuentran en una posición de lucha y resistencia. Ahora dentro del plano de varones y féminas heterosexuales se podría pensar que hay una igualdad jurídica-democrática, sin embargo en la práctica cotidiana es mucho más complejo y pocas veces es visible. El imaginario colectivo sigue siendo dominado por los estereotipos tradicionales de género, sigue existiendo una brecha de género importante donde el hombre sigue saliendo vencedor. Según el Inegi en 2006 el 61% de las mujeres mayores de 15 años en Jalisco sufrieron algún tipo de violencia de género (comunitaria, intimidación, abuso sexual, física, psicológica). La intención de este trabajo no es inclinar la balanza de un lado o de otro sino mas bien equilibrarla, es una realidad que los hombres gozamos de más beneficios dentro del sistema social (mejores salarios, toma de decisiones, participación política). La desigualdad de género comienza desde el lenguaje, nuestro español mexicano está plagado de cientos de connotaciones negativas cuando se trata de las mujeres (vieja, morra, güila, perra, puta, nena, mami, ruca, mujerzuela) por mencionar algunas, cuando para el hombre son casi inexistentes por lo menos de ellas hacia nosotros, inclusive las palabras cabrón, chingón, perro, padre, padrino, jefe, patrón, hermano, carnal, etc. Tienen en la mayoría de la veces (dependiendo del contexto) connotación positiva o de logro. Aquí lo interesante será indagar en lo sutil, lo que Foucault llama la violencia simbólica, es decir esa parte imperceptible, naturalizada, normalizada tanto en el lenguaje como en las prácticas cotidianas que dominan y coaccionan casi siempre a la mujer sin que ella propiamente se dé cuenta. De nuestro lado (masculino) también somos coaccionados en el sentido de que al no cumplir los mandatos sociales del hombre macho perdemos status y legitimación. Si una mujer (personalmente) me interesa y deseo establecer una relación de pareja legitima como el noviazgo heterosexual ella misma buscara los atributos que dan status y legitimación a ese perfil de novio, si ella considera que no los cumplo por ende cometerá un acto de discriminación sin siquiera saberlo. Esto asumiendo que la toma de decisión sea autónoma, sin embargo al estar rodeada de sus grupos de pares, si ella decide consultar su decisión con estos mismos normalmente los estereotipos hegemónicos del género volverán a incidir en su decisión a través de las informaciones que recibe (de sus amigas, padre, madre, hermanos, hermanos, conocidos, etc.)

Para concluir y no ser reiterativo quisiera proponer como estudiante de las ciencias sociales que nuestro papel de actores es determinante para poder siquiera pensar en una transformación de corte igualitario, donde mujeres y hombres heterosexuales o no podamos vivir el bienestar social y subjetivo que nos merecemos sin hacer jerarquizaciones de género y sin violentarnos los unos a los otros. No se trata de que seamos iguales como individuos sino de que todos tengamos los mismos derechos y garantías individuales no solo en la teoría sino en la práctica, desde mi postura (socio-constructivista) considero que el bienestar afectivo-sexual-social-económico es un derecho para todos y todas por lo tanto debemos reducir la brecha de género en todos sus aspectos desde los más sutiles y simbólicos hasta los más visibles como la violencia física y asesinatos, no solo para ejercer nuestros derechos sino para potencializar nuestras identidades y hacerlas acordes a nuestro contexto histórico.



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