jueves, 5 de diciembre de 2013

Los leones no son como los pintan.
Una propuesta quizá atrevida.

Haciendo un análisis de las realidades complejas en el sistema escolar de la Universidad de Guadalajara he intentando hacer eco a los requerimientos propositivos para mejorar la normatividad ejecutiva para innovar y sustentar un nuevo paradigma educativo, he decidido cooperar para la causa de este ejercicio.
Encuentro bastante atractiva la idea de encauzar el concepto o las concepciones existentes sobre la calidad educativa, evocando desde mis creencias, lo que comprendo del fenómeno complejo en este tema particular.
Por una parte, se comprende que la calidad educativa está inmersa en grandes fuerzas que operan su posicionamiento en la vida social: desde la política, la cultural, la económica... en fin, todas en aras de lograr un mejor acercamiento con la realidad. Las luchas que se han gestado y se siguen gestando dan muestra clara de que algo se debe de hacer al respecto.
Entonces entiendo que es elemental ubicar lo que se necesita para consolidar y facilitar un acceso oportuno y eficaz sobre la calidad. Considero justo postular al conocimiento de los educandos como eje central del problema. Cuando se conoce al educando en sus habilidades de aprendizaje, creo que ya existe un gran avance. Se complejiza el asunto, bien por desconocimiento, bien por apatía, bien por complicidad.
Es por ello que sugiero que exista un examen diagnóstico que auxilie a implicar en el trabajo docente la posición que guardan sus educandos, el interés, sus miedos, sus fobias, sus capacidades, sus destrezas... en fin, que el encuadre, aunado al diagnóstico inicial, sirva para facilitar y orientar las afinidades del grupo. Se ha visto en múltiples ocasiones que no sucede así. El docente cuenta con un amplio bagaje de conocimientos, se le reconoce, más sin embargo, carece de los métodos pedagógicos para la impartición de la asignatura. Y se complejiza. Porque éstos al no encontrar una fuente laboral de su dominio o conocimiento, se insertan en el cuerpo académico.
Es entonces que como sugerencia se debe potencializar el recurso de la seducción. Aquel arte que permite conquistar, imbuir, compenetrar, extasiar, simpatizar, enamorar, atraer, fascinar al educando. Es a partir de la venta de ideas, el uso de analogías, la construcción de disertaciones, debates, dilemas, como creo que realmente el educando puede encontrarle sentido tanto al discurso como a la asignatura.
Mi propuesta debe formular para su éxito la eliminación de todas aquellas barreras que impiden que esta mejora se discrimine, se elimine o incluso se ignore, toda vez que la simple comprensión de que realmente se debe hacer algo, es ya causa inapelable de que se debe vigorizar o patentizar por los actores principales la credibilidad y certidumbre que emana el cambio. Debo insistir que el único remedio para el cambio, es la actitud. Si algo quiero cambiar, debo pensar en las alternativas, en la realidad, en la posibilidad. No puedo pensar que si yo me muevo, los demás no lo harán, sólo hasta que observen resultados. Aún así, me debo mover.

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