lunes, 9 de diciembre de 2013

Universidad de Guadalajara
Licenciatura en sociología, 6to semestre
Iván Eduardo Haro Durán
Clase: Análisis de las realidades complejas

El vandalismo interaccional: una mirada desde el interaccionismo simbólico, la etnometodología y la fenomenología.
Para este ensayo pretendo abordar el tema del vandalismo interaccional, para su explicación  se presentará una mirada desde los enfoques teóricos del interaccionismo simbólico, la etnometodología y la fenomenología (sociológica), pues, hay factores interesantes entre las diferentes  interpretaciones que estas teorías y sus autores nos brindan para la explicación e interpretación del vandalismo interaccional, entendiendo, que los tres enfoques desarrollan su investigación dentro del análisis del mundo de la vida cotidiana, es decir, las actividades comunes que las personas realizan en la sociedad; esto implica que, así como diferencias, se encontrarán semejanzas dentro de este mismo análisis sociológico; haciendo este trabajo con la idea de hacer énfasis en la complejidad, pensar en las decisiones y procesos (en este caso “interaccionales”) que pueden ser inesperados dentro de una serie de acciones predeterminadas.

Las conversaciones son una de las principales maneras de mantener con estabilidad y coherencia nuestra vida cotidiana. Nos sentimos más cómodos cuando las modalidades del habla intrascendente se respetan, cuando ocurre al contrario, es decir, cuando se vulneran, provocan amenaza e inseguridad en los actores sociales de dicha interacción; cuando alguien no coopera dentro de una conversación del modo que se espera, o sea, del modo preestablecido de diálogos comunes coherentes se puede dar lugar a tensiones.
Aquí me permito señalar más claramente lo que es el vandalismo interaccional. Dicha expresión se utiliza para describir casos en los que un subordinado rompe las bases tácitas de la interacción cotidiana que son válidas para los más poderosos. El vandalismo interaccional deja a las víctimas incapaces de explicar lo que ha pasado, incluso en mayor medida que un ataque físico o un insulto vulgar (Giddens, 2006).
El estudio acerca del vandalismo interaccional nos brinda otro ejemplo en cuanto a la dirección binaria de las interacciones, sus ámbitos micro y las fuerzas que influyen en el nivel macro. Entonces, se observa de manera clara que el vandalismo interaccional se vincula inmediatamente con las grandes estructuras de clase, género y raza, en el que se despliega un sistema de sospecha y descortesía mutua que se refuerza a sí mismo con sus reproducciones.

Algunos de los principios básicos para el análisis del interaccionismo simbólico radican en el hecho de que los seres humanos están dotados de capacidad de pensamiento, ésta está modelada por la interacción social, dentro de la interacción social las personas aprenden los significados y los símbolos que les permiten ejercer su capacidad de pensamiento (Ritzer, 1993). Los significados y los símbolos son los que permiten a las personas actuar e interactuar, aunque, según este enfoque, las mismas personas pueden modificar o alterar los significados y los símbolos sobre la base de su interpretación de cualquier situación, pueden introducir estas modificaciones porque su capacidad de interactuar consigo mismas les permite hacer una revaloración de los posibles cursos de acción. Las normas enlazadas de acción e interacción constituyen los grupos y las sociedades.

Por su parte, la etnometodología se ocupa del modo en que las personas producen activamente y mantienen los significados de las situaciones, así como por el modo en que las acciones de las personas constituyen las situaciones (Ritzer, 1993). La etnometodología ha centrado su estudio en el análisis de conversaciones telefónicas, procedimientos judiciales, discursos políticos e incluso en el simple (modo) andar de las personas, esto haciendo énfasis en la manera como las personas construyen o reconstruyen la realidad social; se interesa por el análisis conversacional porque suponen (los etnometodólogos) que es la única manera de captar los pequeños detalles (lo que no se dice) en las conversaciones entre las personas.
La sociología fenomenológica también, como la etnometodología, se ocupa del modo en que las acciones de las personas constituyen las situaciones y del modo en que las personas producen activamente y mantienen los significados de las situaciones (Ritzer, 1993). La sociología fenomenológica muestra gran preocupación por la conciencia, intenta comprender lo que experimentan otras personas, su análisis está dirigido al intento de explicar las estructuras de esas experiencias con el fin de discernir sus rasgos comunes, o bien, fundamentales. La fenomenología a diferencia de la etnometodología presta atención explícita a las instituciones, a las colectividades y a varias cuestiones sociales de carácter macro.
Ahora bien, para continuar con la propuesta del ensayo, volvemos al análisis del vandalismo interaccional, de acuerdo con estas teorías y sus dimensiones explicativas.                     La mayoría de nuestras interacciones se ejecutan mediante el habla, y dentro de ésta la mayoría de los diálogos son constituidos por las conversaciones informales, sin dejar de lado que hay muchos signos no verbales que empleamos de manera rutinaria en nuestro comportamiento. La sociología generalmente considera y reconoce que el lenguaje es fundamental para la vida social, pero más específicamente las teorías citadas para este trabajo son las que se ocupan en concreto de cómo la gente usa el lenguaje en la cotidianeidad y sus contextos. Entonces, para entender por qué ocurre el vandalismo interaccional, se debe decir que existe un orden/estructura más o menos determinado de interacciones entre los individuos de un país y/o cultura en específico. Las formas más intrascendentes del habla cotidiana presuponen la existencia de una complicidad y de un conocimiento elaborado que los participantes utilizan. Las palabras empleadas en el habla cotidiano no siempre son precisas en sus significados, y nosotros fijamos lo que queremos decir mediante sobrentendidos implícitos que lo respaldan (Giddens, 2006). Con lo anterior podemos entender que cualquier alteración dentro de las interacciones puede dar cabida al vandalismo interaccional, aunque se ha señalado al comienzo del trabajo que más bien aparece como influenciado por las estructuras sociales de clase, género y raza; aclarando que puede existir una vinculación inmediata entre estos factores, como también en ocasiones no sea así necesariamente.

Mead, uno de los pensadores más importantes del interaccionismo simbólico, creía que el estímulo no provocaba una respuesta automática e irreflexiva en el actor humano, pues, señaló “Concebimos el estímulo como una ocasión u oportunidad para actuar, no como una compulsión o mandato” (Ritzer, 1993), de acuerdo con el postulado de Mead, se podría decir que el vandalismo interaccional se puede presentar, por ejemplo: cuando una persona evita el diálogo, o lo que es más general, la interacción con otra persona, reflexionando si es conveniente conectar dicha interacción, pues, para Mead existe una reflexión antes de que ésta se ejerza. Esta fase del impulso entraña un estímulo sensorial inmediato y la reacción del actor al estímulo es la necesidad de hacer algo como respuesta, en el caso del ejemplo el vandalismo interaccional aparece porque la respuesta al estímulo fue no seguir la interacción. Ahora, lo que hay que analizar es cuál es la razón por la que esta persona no sigue la interacción y ahí se encontrará claramente el por qué del vandalismo interaccional. Si el que busca iniciar la interacción lo hace alterando o no respetando los significados y los símbolos que permiten a las personas actuar e interactuar (esto de acuerdo con uno de los principios del interaccionismo simbólico), emprende una situación de vandalismo interaccional convirtiendo en víctima de éste a quien no correspondió la interacción. En este ejemplo simple, no se especifican situaciones sociales macro (género, clase y/o raza), dado que una de las cuestiones que ignora el interaccionismo simbólico precisamente son los factores de las grandes estructuras, siendo criticado como teoría por esta misma razón.
Goffman, otro importante interaccionista, toca un punto que me parece interesante para explicar y ejemplificar el vandalismo interaccional. Se trata de una supuesta técnica que emplean los actores, es la mistificación. Los actores suelen mistificar su actuación al limitar el contacto entre ellos y la audiencia, mediante el establecimiento de una “distancia social” entre ellos y la audiencia, lo que pretenden los actores es infundir respeto en la audiencia. Esto, a su vez, evita que la audiencia ponga en cuestión la actuación. Goffman señala que la audiencia está implicada en este proceso y, con frecuencia, busca mantener la credibilidad de la actuación guardando la distancia con el actor (Ritzer, 1993). Si usamos este supuesto en el vandalismo interaccional podría ocurrir, por ejemplo, que el individuo que busque iniciar una interacción con un actor que posee un rol mistificado, ya sea la interacción muy simple o algo subversiva, puede iniciar una interacción vandálica al no respetar  su “distancia social”, así alterando principalmente el tipo de “interacción especial que éstos merecen”, posteriormente podría agravar el caso de vandalismo interaccional al irrespetar primero que nada la mistificación y después la subjetividad de este individuo, haciéndole víctima de dicho tipo de interacción. Entonces, aquí el núcleo del acto “vandálico”  radica, más que en la forma inapropiada de interactuar, en la transgresión del respeto que el actor y la audiencia han legitimado al mistificado. Aunque hay que recordar que los interaccionistas de lo simbólico han olvidado en su mayoría a las grandes estructuras sociales, siendo que este tipo de mistificación hace alusión totalmente al poder que ejerce la estructura social sobre los individuos; es una singularidad de la obra de Goffman y a la vez un debate acerca de su ubicación teórica dentro del interaccionismo simbólico. Él creía que aunque en todas las situaciones de interacción exista (al menos operativamente) un cierto grado de consenso, siempre se presentan como relaciones de poder. Siendo que las relaciones de poder pueden ser caracterizadas por la diferenciación de género, raza y/o clase, las cuales constituyen rasgos del fenómeno interaccional abordado en este ensayo.
Por su lado, Garfinkel, el más importante expositor de la etnometodología, desarrolló para sus investigaciones los experimentos de ruptura, los cuales consisten en violar la realidad social con el fin de arrojar luz sobre los métodos que utilizan las personas para construir la realidad social. Éstos son denominados experimentos de violación de normas y el investigador tiene que introducirse en un escenario social, violando (quebrantando) las normas que lo rigen, y luego estudia la reacción de los actores ante ese quebrantamiento (Ritzer, 1993). Dentro de lo que caracteriza al vandalismo interaccional, creo que este método de Garfinkel se trata tácita y exactamente de provocar las mismas sensaciones que engendra el  vandalismo de la interacción en los individuos “victimizados”, pues, se decía que las víctimas se ven incapaces de explicar lo que ha pasado, incluso en mayor medida que un ataque físico o un insulto vulgar, pero en el caso del vandalismo se da como un fenómeno interaccional, y Garfinkel busca la respuesta de un escenario con una ruptura de las normas en la interacción común. El término de vandalismo interaccional va muy ligado con los experimentos de Garfinkel y sus estudiantes, pues, los estudiantes del sociólogo-etnometodólogo norteamericano crearon situaciones tensas al socavar a propósito las normas de la conversación como parte de su experimento (un estudio que investigó los intercambios verbales entre peatones y “gente de la calle” de la ciudad de NuevaYork), la pregunta que inspira el estudio es: ¿qué ocurre en las situaciones del mundo real cuando la gente  causa problemas con su forma de conversar?  El análisis de la conversación en la que se examinan todas las facetas de una conversación en busca de sus significados, ya sea las más insignificantes palabras de relleno (como “umm” y “ah”) hasta el ritmo preciso de tales intercambios (incluyendo en él las pausas, interrupciones y solapamientos). El estudio analizó las interacciones que se producían entre hombres negros -muchos de ellos indigentes y alcohólicos- y mujeres blancas que pasaban junto a ellos en la calle. Frecuentemente los hombres intentaban iniciar conversaciones con ellas después de llamarlas, lanzarles piropos o preguntarles algo, pero en esas conversaciones algo falla porque las mujeres no suelen responder como lo harían en una interacción normal. Aunque los comentarios de los hombres no suelen tener un tono hostil, las mujeres tienden a acelerar el paso y mirar fijamente al frente (Giddens, 2006). Pues, era evidente que las mujeres no querían ni les interesaba hablar. Los hombres de este estudio estaban conversando de una manera técnicamente grosera, según los investigadores por el ritmo en que conversaban (aunque también las mujeres se mostraban técnicamente groseras por no entablar la conversación), es decir, un tanto insistente, rompiendo así el orden común de la posible conversación, cuando no se respetan las pistas habituales de apertura y cierre en las conversaciones, los individuos sienten una profunda e inexplicable inseguridad. Otro problema aquí es que los hombres de la calle están acostumbrados a otro tipo de lenguaje e interacción, pero cuando quieren, pueden subvertir las convenciones tácitas del habla diaria de una forma que desorienta a los transeúntes. Aquí entra también la influencia de la estructura social (género, clase y/o raza), pues bien el estudio puede demostrar que los hombres que les hablan a las chicas blancas aparte de ser “hombres de la calle” son negros y por supuesto que existe cabida al racismo como factor de este vandalismo interaccional, y por el otro lado: la clase, los transeúntes saben que son hombres que viven en la calle y suponen que son malvivientes, entonces se alejan de ellos, ni conectan la mirada con ellos porque representan un peligro para su persona y prefieren evitar cualquier acercamiento, haciendo así el acto de discriminación de clase y todos los prejuicios que ésta pueda contener, de este modo también dejando el intento de interacción en sólo eso (vandalismo interaccional).
Ahora, en la sociología fenomenológica, Schutz (el principal pensador de esta corriente) no se interesaba por la interacción física de las personas, sino por el modo en que se comprenden recíprocamente sus conciencias, la manera en que se relacionan intersubjetivamente unas con otras, a diferencia de la etnometodología que se centraba más bien en  lo observable y no tanto en la conciencia de los individuos. Bajo la premisa fenomenológica veremos qué puede aportar al vandalismo interaccional, ya sea en su estudio y/o su explicación. En los principios teóricos de la sociología fenomenológica, Schutz y Luckmann hablan de las tipificaciones; las personas desarrollan y usan tipificaciones en el mundo social, en cualquier situación que se da en el mundo de la vida cotidiana, una acción viene determinada “por un tipo constituido en experiencias anteriores”. Las tipificaciones ignoran los rasgos individuales y particulares y se centran sólo en características genéricas y homogéneas. Mientras se tipifica a los demás rutinariamente, las personas también se auto-tipifican, es decir, hasta cierto punto, el hombre tipifica su propia situación dentro del mundo social y las diversas relaciones que tiene con sus semejantes y con los objetos culturales (Ritzer, 1993). Schutz, en ocasiones utilizó como sinónimos los conceptos tipificación y recetas, ambas sirven de técnicas para comprender o, por lo menos, controlar aspectos de la experiencia. Sin embargo, las recetas tienen relación con las situaciones, mientras las tipificaciones se refieren a las personas. Entonces, debido a las tipificaciones de las personas, de acuerdo a la apariencia, o sea, que alguien puede ser ignorado (victimizado) por alguien más, al no ser correspondido en una interacción por su “mal aspecto”, según su tipificación, esto nos da lugar a un suceso de vandalismo interaccional, en el cual las personas que no visten de cierta manera son tipificadas, tal vez, como peligrosas y si esta intenta conversar con alguien más que vaya pasando, la interacción podría ser denegada no sólo por la tipificación, sino que también por la receta, es decir, las personas ya saben qué hacer si un “extraño” con “apariencia peligrosa”  les habla, es simple… ignorarlos, probablemente ni hacer contacto visual y seguir su camino. Adecuando este supuesto del fenomenólogo Schutz al vandalismo interaccional, vemos que estas tipificaciones indican cómo comportarse y aparentarse, esto de acuerdo al orden moral y cultural que determina el tipo de interacciones, y el acto de ignorar como respuesta a algo fuera del orden se vuelve normal, por ende, en estas situaciones encontraremos el vandalismo interaccional que se ven influenciadas, en este caso por las tipificaciones y las recetas.
Para cerrar el ensayo, me dirijo a la conclusión, haciéndola principalmente con mi punto de vista. Es muy notorio que el vandalismo interaccional no es sólo una cuestión de meras o puras interacciones aisladas, sino que aparece como un proceso muy complejo en el que inciden las decisiones de los sujetos intersubjetivamente, que son forzadas muchas veces por los factores de las grandes estructuras sociales como bien se dijo antes (género, raza y/o clase), estas grandes dimensiones sociales apresuran a los actores a actuar e interactuar con prejuicios y prenociones que son fabricadas por las colectividades de acuerdo con los símbolos y significados que contienen una carga moral y cultural determinada de algún lugar específico, pues, parece que hay un consenso en la estructuración de las normas de cada espacio, que son las que caracterizan el tipo ideal de conversación e interacción a desarrollarse entre los individuos, y que si alguien no respeta estas normas, o en todo caso las altera o rompe a propósito será excluido o no correspondido interaccionalmente hablando, dando lugar a este fenómeno que se llama vandalismo interaccional. Aunque parezca que los modos de comportamiento son homogéneos o deben serlo para la mayor “comprensión” de unos con los otros, es también claro, que la sociedad o las sociedades son heterogéneas y que este tipo de rupturas en el mundo de la vida cotidiana pueden darse y se darán con frecuencia en cualquier lugar, bajo cualquier estandarte moral o cultural.




Bibliografía:
Giddens, A. (2006). Sociología, quinta edición. Madrid: Editorial Alianza.
Ritzer, G. (1993). Teoría sociológica contemporánea. México: McG

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