martes, 21 de abril de 2020

El otro proyecto


El otro proyecto  (Sobre ¿para qué sirve realmente un sociólogo?)


Universidad de Guadalajara: Lic. en Sociología
Isaac de J. Palma Córdova
02-04-2020

En primer semestre de la licenciatura escribí un breve ensayo titulado De la libertad del joven sociólogo, en el describí la libertad que nos otorgaba el conocimiento sociológico. Todo sociologante[1] reconoce los efectos disruptivos y liberadores que la sociología ha traído a  su vida.  Desde aquel momento la libertad es un tema de especial interés, además de ser un tema muy recurrente en toda la sociología --por no decir que el principal. Así, una vez más, me dispongo a escribir de mi tema predilecto: la libertad. No sin antes expresar que a diferencia de años pasados, me siento con la suficiente seguridad para hablar de la sociología. Por ello, este texto será una pequeña reflexión de mi visión de la sociología y mi experiencia como estudiante de la carreara en la UdeG con relación a la libertad.

Me parece menester indicar que gran parte de la motivación de este ensayo se debe a la lectura de ¿Para qué sirve realmente un sociólogo? De Zygmunt Bauman (Bauman, Hviid, & Tester, 2019). Este libro cuestiona -desde el título- el propósito de la sociología y de los sociólogos al ejercer su oficio a través de una serie de entrevistas al “celebre” sociólogo polaco. Este documento me ha otorgado la confianza de creer en el otro proyecto de la sociología, el propósito critico que radica en la génesis de la misma disciplina y está íntimamente relacionada con la libertad. Bauman resulta muy claro en su respuesta, y resulta afín a algunos maestros que con pasión me han instruido.

Mi objetivo aquí es simple, hablar del otro proyecto sociológico: el de la libertad. Lejos del sentido romántico que pueda tener esto, creo en la propuesta de Bauman y de algunos de mis profesores se inclina a que la sociología sea una práctica emancipadora, que este en diálogo con la experiencia humana.  Para ello, abriré el texto con una crítica a la sociología que pretende equiparar a las ciencias exactas o naturales; posteriormente explicaré el que considero es el otro proyecto sociológico, que tiene como fundamento la libertad (la propuesta de Bauman) y finalmente hablaré de mi experiencia y de la escuela que siguen algunos de mis docentes.

¿Qué implica que la sociología sea una ciencia?

Pareciera que la ciencia es un conocimiento de una índole superior, a la cual como académicos deberíamos aspirar –idolatrar o venerar. Creo que como sociólogos un “ídolo” siempre resulta una  señal de alerta. Si bien la idolatría a la ciencia no es generalizada en toda la población, se encuentra en una posición privilegiada sobre otros tipos de conocimiento.  La sociología está a la sospecha de toda forma de poder, la ciencia tiene poder. Aquellos que hablan en nombre de la Ciencia tienen una aceptación, legitimidad y poder.  No obstante, dicho poder no es injustificado, y de hecho resulta bastante entendible porque se ha formado dicha reputación o aura de divinidad: Durante  la ilustración la fe fue puesta en la razón como el medio para el dominio total de la naturaleza. El mito teológico que explicaba el cosmos fue desplazado en medida que la ciencia respondía a las incógnitas de la realidad. Es decir la ciencia estaba transformando la jerarquía del mundo. Un conocimiento que destituía lo conocido –un saber emancipador-.  Por siglos el desarrollo de la ciencia y la tecnología fue asumido como el progreso (inevitable) de la humanidad, hasta que en el siglo XX todo se vino abajo. Finalmente, hemos llegado a siglo XXI con el discurso (aún vigente, pero no total) de que la ciencia es el conocimiento único, verdadero.

La sociología es una disciplina perteneciente a las ciencias sociales y por lo tanto “una ciencia”. ¿Qué implica asumirnos científicos? Al comienzo, Comte intento de igualar los estudios sociales con las ciencias exactas, tales como la física y las matemáticas (incluso se llegó a hablar de una física social). En primer lugar, necesitamos reconocer que el origen de nuestra disciplina es positivista. Por lo que, desde finales del siglo XIX hasta el siglo XX la sociología trato de buscar el reconocimiento de “Ciencia”. Buscamos la legitimidad, el poder y el reconocimiento ¿Para qué? En un principio, para ser validados y considerados. ¿Pero más tarde? lo hicimos para contribuir con mito del progreso: un conocimiento que todo lo sabe, que todo lo domina. Realmente, me reconozco incapaz de contestar cuales fueron la razones exactas por la cuales nos subscribimos a una epistemología “cientificista”. De aquí se desprende una serie de problemas que radican en la incompatibilidad de los preceptos de una ciencia positiva y conocimiento sociológico.

Al nombrarnos como científicos buscamos la verdad, única y objetiva. De entrada esto genera un conflicto, pues no existe una Verdad social; hay verdades y no tratamos de desechar las “no-verdades”, al contrario estudiamos las verdades. Otro problema, es que, a diferencia de las ciencias naturales, somos incapaces de establecer leyes de la realidad social y con ello la imposibilidad generar un conocimiento universal, sino que estamos limitados a una coyuntura muy breve que además no podemos comprender en su totalidad. De hecho tal vez la mayor certidumbre que tenemos los sociólogos es la constante incertidumbre, en otras palabras saber que la sociedad está en constante cambio. Lo que sabemos hoy puede no ser mañana. El estudio de lo social siempre resulta una labor infinita e inagotable. También, con base a lo anterior, nos reconocemos incapaces a realizar una predicción a futuro: Kant decía que la ciencia avanza con los juicios sintéticos a priori, en este caso, las ciencias sociales solo han dado pasos hacia atrás. Incluso encontrando regularidades en un fenómeno social, no hay manera de tener una predicción precisa de lo que acontecerá. Además no debemos olvidar que carecemos de un método comprobación empírica. Por lo tanto, ¿Somos científicos?

Desde luego hay cosas rescatables de nuestra herencia científica por ejemplo buscar métodos  y herramientas heurísticas que nos posibiliten hacer accesible un cierto entendimiento social. Sin embargo, nos entra la duda de si con tantas diferencias podemos tener el calificativo de “ciencia”. Por un lado, considero que al deshacernos de la categoría de Ciencia nos quitaríamos un gran peso encima, empezando por la posibilidad de acercarnos a sabidurías (o epistemologías) alejadas de la racionalidad occidental. De igual manera renunciaríamos a la pretensión ideológica de la Ciencia como motor de la evolución humana y a su horrible intensión de orden y dominación de todo lo conocible (Morin, 1998). También nos libraría de la supuesta posibilidad de anular la subjetividad del investigador. Pero dejemos el dilema de lado, en el fondo es absurdo si nos consideramos –o nos consideran- ciencia o no. Lo que importa es saber cuál es la lógica a la que nos suscribimos, y que pretendemos hacer con nuestra praxis. Creo que basta, con reconocer que nuestra búsqueda por la Verdad nos ha llevado criticar nuestros propios fundamentos cientificistas y poniéndonos aún más lejos.

Justamente lejos de la propuesta cientificista Bauman nos propone un abordaje distinto de la sociología. El polaco nos dice que la sociología ha nacido crítica, a diferencia de él considero que su naturaleza es crítica, pero no era su intención que lo fuera. Pero los estudios sociológicos van a poner en todo duda, incluso la misma práctica sociológica. Esto se debe a que, a diferencia de las ciencias exactas que se enfocan en explicación causal de sus objetos de estudio, las ciencias sociales también buscan la comprensión del sentido de la acción. Esto coloca una tensión permanente entre el hecho y la interpretación. De esto se derivan los dos principales paradigmas dentro de la sociología los positivistas y el hermenéutico. Entonces, nos da la posibilidad no solo de entender la relación causal de los hechos sociales, sino que nos invita a captar el sentido que atrapa la acción social. No obstante, ambas propuestas pueden quedar limitadas a labor científica-académica que se reduce a la producción de conocimientos, es decir, el conocimiento por el conocimiento. Antes consideraba que la labor sociológica se debía limitar a dicha afirmación, que todo lo que buscará más allá de su fin último dejaba de ser ciencia, y por lo tanto sociología. Pero Bauman coloca a la sociología justo en ese punto que transgrede su limitada función de ciencia, esto es justamente a lo que llamaría yo el otro proyecto de la sociología.

Este el punto de convergencia entre libertad y sociología: para Bauman –y estoy seguro que para muchos otros sociólogos—el conocimiento sociológico debe ser liberador, ampliando las posibilidades de los individuos a través de la vinculación de los mismos con su historia y su realidad. “hacerse cargo de la realidad”. La sociología es un diálogo con la experiencia humana que nos posibilita recorrer caminos poco transitados de la realidad.  There is an alternative.  Por ello es tan importante nuestra naturaleza crítica, porque ante el bloquee cerrado que presenta la realidad, sabemos que no todo está escrito y que por lo contrario aún se sigue escribiendo. Resulta, bastante reconfortante que hay personas que le apuestan a una disciplina que se propone ir más lejos que la pura academia y apostarle por ser una apuesta por la humanidad.

Una escuela crítica

Por último quería reconocer que, si bien los maestros no están coordinados en la carreara de la sociología dentro de la universidad de Guadalajara, reconozco que muchos de ellos se subscriben a una escuela sociológica critica --de clara herencia marxista (pero muy alejada de un marxismo dogmático). Pero, ¿Podemos pensar en una escuela sociológica dentro de la universidad de Guadalajara? Creo que los maestros coinciden en que nuestros estudios nos deben dar la posibilidad de transformar la realidad, por muy mínimo que sean los efectos. Sobre todo considero que existe la constante invitación a ir más allá de la academia, a provocar líneas de fuga, a ser responsables con nuestra historia. También podríamos pensar que si bien todos se subscriben a diferentes líneas de pensamiento, todos pasan por cierta marginalidad que los arroja fuera del juego académico y les permite una autocrítica de la labor sociológica. Creo que valdría una reflexión alrededor de una escuela sociológica crítica que se sostiene en el discurso de nuestros sociólogos, como lo son:  Mónica Gallegos,  Solís Gadea, David Coronado, Los hermanos Morán, Servando, Rafael Sandoval, Flavio Meléndez, Armando Páez, Igor Gonzales, Fátima Soto, Rosa María Cervantes, entre otros. Todos ellos sostienen el otro proyecto, que desborda las aulas, los artículos y la tesis. La sociología, reconociendo sus límites, tiene el potencial de explicar, comprender y transformar.

Bibliografía

Bauman, Z., Hviid, M., & Tester, K. (2019). Para qué sirve realmente un sociólogo. Ciudad de México: Paídos.
Morin, E. (1998). Introducción al pensamiento complejo. España: Gedisa.





[1] Estudiante de sociología.

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