martes, 15 de septiembre de 2015

La promesa de la imaginación sociológica (notas personales)

Sed buenos artesanos. Huid de todo procedimiento rígido. Sobre todo, desarrollad y usad la imaginación sociológica. Evitad el fetichismo del método y de la técnica. Impulsar la rehabilitación del artesano intelectual sin pretensiones y esforzaos en llegar a serlo vosotros mismos. Que cada individuo sea su propio metodólogo; que cada individuo sea su propio teórico; que la teoría y el método vuelvan a ser parte del ejercicio de un oficio. Defended la primacía del estudio individual. Oponeos al ascendiente de los equipos de investigación formados por técnicos. Sed inteligencias que afrontan por sí mismas los problemas del hombre y de la sociedad.
                                                                                                                                   Charles Wright Mills

Mucho se ha dicho de La imaginación sociológica, de la genuina transformación que ha suscitado en los estudios sociológicos contemporáneos. En esta obra de 1959, Charles Wright Mills (1916-1962), sociólogo estadounidense y uno de los intelectuales más prominentes del siglo XX, propone “definir el significado de las ciencias sociales para las tareas culturales de nuestro tiempo” mediante un ejercicio de lectura de los clásicos –quienes, además, forman parte de nuestro patrimonio común–, dotando de una necesaria reformulación crítica a la sociología, tomando distancia crítica de las grandes teorías sociales imperantes en los Estados Unidos: el estructural funcionalismo y el empirismo abstracto. He aquí, a brevedad, un puñado de notas (dispersas, por cierto) con el propósito de dilucidar en la compresión del primer capítulo de esta obra.

La imaginación sociológica permite a quien la posee captar la amplitud de los escenarios históricos mediante el intrincado cruce entre vida interna y condiciones externas del mundo, dirigiendo todos sus esfuerzos sistemáticos a la comprensión de las realidades y las cuestiones de carácter público, en la medida que, como entidades sociales, somos entidades acumuladoras (y, sobre todo, atravesadas) de experiencias vividas. Estamos anclados –pero no determinados– por la complejidad de nuestros contextos. Este es el objetivo primordial del hacer sociológico. Esta es la promesa.

En consecuencia, quien ha adquirido este potencial de pensamiento tiene la capacidad no sólo de dar cuenta de sí mismo y su mundo, sino también de articular el sentido crítico de las ciencias sociales; también la capacidad de asombro ante las vicisitudes de la vida social humana y la pluralidad de los vínculos que la constituyen.

La imaginación sociológica es sensible a las intersecciones, puesto que sus características esenciales son el interés por las estructuras sociales, los problemas que se definen como públicos y las inquietudes personales. Así es que, como apunta Mills, un pensamiento de este alcance demanda una responsabilidad política e intelectual, a fin de poner de manifiesto las maneras mediante las cuales el malestar y la indiferencia social se apoderan de los individuos.

Ahora bien, al haber aclarado algunos rasgos definitorios de la imaginación sociológica, resulta útil repensar la sociología lejos de los usos burocráticos que se han hecho del conocimiento social y han producido una crisis sin un camino para salir de ella. Por tal motivo, es necesaria una ciencia social que conjugue el pensamiento abstracto con la sensibilidad interior y que acoja, a su vez, viejas astucias con nuevas modalidades de análisis, interpretando las variaciones como una nueva dirección general expuesta a los cambios.

Bibliografía

C. Wright Mills, “La imaginación sociológica” (traducción de Florentino M. Torner), FCE: México, [1959] 1979. Pp. 233-234.

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