domingo, 28 de enero de 2018

El pensamiento complejo en Edgar Morin

Desde los inicios de la sociología, ha existido una constante pugna en el acto de dibujar los límites que separen a las ciencias sociales de las ciencias naturales. Una vez dejado atrás el afán positivista de hacer de la investigación social una constante postulación de leyes y fenómenos categorizables, pareciera que los sociólogos buscan, cada vez con más esfuerzo, separarse de las tradiciones biologistas.

El cambio ha traído, sin duda, transformaciones interesantes en los paradigmas de la investigación. Se ha vuelto cada vez menos común encontrar ensayos que intenten descifrar, o más arriesgadamente aún, enunciar cuál es la naturaleza del hombre, pensamiento mismo que ha servido en numerosas ocasiones para justificar comportamientos sociales producto de las culturas y en realidad carecientes de orígenes naturales. Establecer roles que dicten y defiendan, con supuestas bases científicas, el derecho de algunos grupos o personas sobre otros, hizo posible por siglos admitir la existencia del esclavo, del siervo, de la mujer en situación de violencia, por nombrar algunos, como parte del orden social y natural mismo.

Sin embargo, el pensamiento complejo que plantea Edgar Morin, resulta todavía más ambicioso que proponer la separación del pensamiento biologista de la sociología. Con base en estudios tomados de la física y la teoría de sistemas, Morin propone una sociología asistida de las ciencias naturales en medida en que estas puedan aportar simetrías para la observación de los hechos sociales.

Como varios otros autores, Wallerstein, por ejemplo, Morin comienza por señalar la importancia de aceptar la existencia y subjetividad del investigador dentro de su mismo estudio. Pretender que el sociólogo puede separarse de la realidad estudiada y observar desde un peldaño elevado que lo exima de la participación en el grupo o fenómeno estudiado, resulta simplemente descartable.

Partiendo de este supuesto, se construye un concepto de sistema que ahora es posible estudiar con todas sus partes, en conjunto y por sus órganos en singular. Sin embargo, aquí es donde comienza el verdadero pensamiento complejo, ya que, considerando los puntos necesarios para poder elaborar un enunciado científico, es notorio que no es posible recogerlos de los estudios sociales. Para poder postular una ley, es necesario establecer un momento específico en que converjan varios factores que den un mismo resultado cada vez, y así, hacer posible la predicción.

Es entonces necesario aceptar la existencia del desorden, del caos, como parte del orden real dentro de las sociedades. No un accidente aleatorio que sería preferible omitir, o un obstáculo para la investigación. Como el mismo autor lo señala, existe una inclinación hacia ambos extremos en el pensamiento; interpretar a todos los hechos como si se tratara de relaciones fortuitas, o bien, dar por hecho la existencia de relaciones y encadenamientos lógicos entre cada uno de ellos.

El pensamiento complejo requiere entonces de buscar un lugar para el investigador dentro de la interacción social misma, mas allá de asumirse como ruido o de pretender la mirada objetiva, y, además, mantenerse a la búsqueda de realizar análisis profundos y rigurosos sin rechazar el estudio científico; procurando el préstamo de demás disciplinas que enriquezcan la observación sociológica.


Selene Flores, enero de 2018.








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