Las elecciones a consejeros universitarios en la UDG están cerca, por
esto no es extraño encontrar alrededor de los espacios del CUCSH a estudiantes
que participan en la promoción de sus candidatos. Identificables a simple vista
por los carteles, por su vestimenta, por la campaña, etcétera, estos
estudiantes nos mostraron la forma en la que tomaban sus decisiones, la
organización que tienen y parte de sus actividades personales, no concernientes
a los recorridos alrededor de la universidad.
Antes de entrar
de lleno en el análisis de su conversación, cabe destacar la implicación que
tienen las campañas en la universidad, los consejeros son instancias de
gobierno que toman decisiones de manera colegiada en beneficio de los
estudiantes; el pertenecer a este grupo de personas supone un poder dentro de
la universidad y ciertos privilegios. Sin embargo en los departamentos de
Sociología, Letras, Historia, Filosofía, Antropología, entre otros, los
consejeros presuponen a un conjunto de personas que no harán nada y se llevarán
hasta el café de la oficina; sus pensamientos no suelen distar demasiado de la
realidad, hablamos por lo menos de los consejeros anteriores, en donde cierta
señorita se llevó dinero para su intercambio a Perú. A lo que queremos llegar
es que esta actividad se vuelve más difícil, equiparable a las elecciones
estatales del país, los alumnos tienen la idea de que cualquier persona que
entré al poder buscará su beneficio. Por esto la tarea de la campaña se ha
vuelto una labor de convencimiento en la que el que da más es el mejor
candidato, salvó aquellos que quieren dar hasta el cielo y sólo les falta traer
la Biblia en brazo.
Los alumnos que
participan al lado de los consejeros, no buscan sólo el beneficio de los
estudiantes, sino el poder que conlleva tener un amigo en el puesto. Como
estudiantes, al encontrarnos frente a los participantes no podemos evitar
desconfiar y plantear una idea sobre ellos, que en la mayoría de los casos
seria la imagen de un político corrupto que como mexicanos conocemos bastante
bien. Es entonces, cuando las reuniones que ellos tienen para realizar su
campaña se vuelven más complicadas, no sólo tienen que convencer a los alumnos
de que voten por ellos, sino de que por lo menos vayan a votar, pues esta
práctica se ha ganado su impopularidad entre los alumnos. Pensemos ahora en la
labor de convencimiento vista en la publicidad (palabras, visitas, calcas,
carteles), pensemos en el trasfondo que hay en ella, aquellos eslogan que
transmiten futuro, aquel color azul claro que busca dar tranquilidad y
confianza al espectador, o el rojo que intenta demostrar fuerza y valor contra
los que busquen oprimir a los estudiantes; hay toda una psicología de palabras,
colores, imágenes y logotipos detrás de su campaña, producto de discusiones,
decisiones y acuerdos tomados entre
ellos.
¿Podemos ver
ahora lo complejo de aquella reunión? Un convivio que culmino en el trabajo de
algunos estudiantes y el descanso de otros, tuvo probablemente una discusión
sobre los problemas que enfrentaba su campaña, los beneficios que traería su
victoria, las apuestas que se hacían durante el enfrentamiento entre candidatos,
entre otras cosas.
Ahora bien, ¿cuáles fueron las acciones concretas
que pudimos observar mientras estos alumnos dialogaban? Lo primero que llamó
nuestra atención fue que el grupo completo de estudiantes atendían con mucha
atención las indicaciones de uno de los miembros; parecía pues que este
estudiante era el líder o coordinador de la brigada. Mientras éste daba algunas
indicaciones al resto del grupo pudimos percatarnos que varios miembros notaron
nuestra presencia. Aunque estábamos lo suficientemente alejados como para pasar
desapercibidos, a algunos miembros del grupo les pareció sospechoso que estuviéramos
observándolos con tanto detenimiento. Notamos que algunos de ellos empezaron a murmurar
entre si y después varias miradas se volcaron sobre nosotros, los observadores.
Inmediatamente nos percatamos de que habían notado nuestra presencia. Al
parecer creyeron que pertenecíamos a un grupo adversario pues de manera inusitada
terminaron la reunión y comenzaron a dispersarse. Solo algunos de ellos
permanecieron en el mismo sitio; resultó evidente que una vez concluida la
reunión se volcaron a platicar sobre temas ajenos a sus actividades políticas:
su desenfado, risas y actitudes nos lo hicieron patente. Ahora parecían más
bien un grupo de estudiantes comunes y corrientes que se habían reunido en una
banca para sentarse a conversar y comer. Notamos que una de las bancas
contiguas al punto de reunión estaba desocupada y decidimos desplazarnos allí
para levantar las sospechas que habíamos suscitado momentos antes. Estábamos lo
suficientemente cerca como para escuchar las conversaciones que sostenía
nuestros sujetos de observación, pero no logramos identificar en su charla
algún elemento relevante para poder comprender el sentido de la discusión que
habían tenido momentos antes. Tras unos minutos de charlas personales el resto
de los estudiantes observados tomaron sus pertenencias y formaron un pequeño
grupo que partió rumbo a la facultad de derecho.
Una vez que el grupo observado se desintegró comenzamos
a discutir y hacer inferencias en torno a las observaciones que logramos
captar. Mientras nos dirigíamos de regreso a la clase para dar por terminada la
actividad entablamos una amena conversación que nos permitió rescatar los
puntos más relevantes del proceso de observación para coordinar nuestro relato
en torno a esta experiencia compleja.
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