Corre,
Lola, Corre… ¿A dónde?
Universidad de Guadalajara:
Lic. en Sociología
Isaac de J. Palma Córdova
02-04-2020
“El momento del Getsemaní[1]
es crucial en la vida de Jesús, al igual que su bautizo por Juan, los días en
el desierto, las bodas de Caná, el acenso del monte Tabor, entre otros que
seguramente marcaron su existencia y su modo de vivir. En el jardín de los
olivos, también conocido como Getsemaní, se encuentra solo ante la posibilidad,
ante la indeterminación, es decir, está de frente a lo que ha sido su vida y de
cara a lo que puede llegar a ser. Su fiel compañera es la sensación de angustia
que se presenta cada que hay que tomar una decisión importante, ese sentimiento
que aparece como signo de que ante las posibilidades que vislumbra se está
jugando la vida. Ha llegado el momento de apostar y lo sabe, su mirada lo
refleja, es todo o nada. No puede ser un acto a medias para tentarle el agua a
los camotes, como dice el dicho popular. Su decisión tiene que ser radical, es
lo uno o lo otro, pero no ambos. No puede corroborar si su apuesta valdrá la
pena, no es una opción calculada con una lógica de simple ganancia o éxito.
Ante su angustia se le presenta echarse para atrás respecto a lo que ha dicho y
hecho, siendo así que quede su mensaje quede marcado por la incongruencia a
cambio de conservarse con vida por unos cuantos años más, o bien, lleva hasta
sus últimas consecuencias lo que ha predicado con sus actos y cuando ha sido
necesario con sus palabras”. (Lalo, 2020)
Tal
vez algo muy humano es el sentimiento de angustia. La incertidumbre que hace
del Dios un hombre. Es probablemente la angustia que nos expone el filme de Lola, no porque la película gire
alrededor de este sentimiento, sino que (muy sutilmente) nos recuerda que toda
decisión es crucial en la vida de las
personas. Un cambio de decisión en la vida de una persona termina por cambiar
por completo el rumbo de otra persona. Eso es la complejidad que deviene en la
angustia de vivir. Nada es seguro. Las redes de causalidad generan una compleja
línea de acciones que se entrelazan y terminan por reconfigurar la realidad.
Entonces ¿A dónde correr ante el bosque
de lo desconocido? Un mundo hiper-conectado, donde la acción de un tercero
siempre será imprevista, inesperada e incontrolable ¿Vale la pena vivir así?
Ante la sensación de angustia la racionalidad occidental tiene una tradición
por reducir los riegos de existir y plantear todo como un juego de
probabilidades. El humano se pone de frente a lo desconocido y emprende un
duelo perdido. Se crea situaciones artificiales con soluciones artificiales que
como resultado se alejan de la realidad. Pregúntenles a los economistas. Por
más elaborada y compleja resulta la teoría, la realidad siempre tiene espacio
para lo impredecible. Entonces ¿Deberíamos rendirnos ante la realidad?
Creo que tanto Lola como Jesús nos
hablan de una opción ante la angustia, apostarlo todo y asumir sus hasta sus últimas
consecuencias. Mantenernos fiel a la causa de “salvación” y lo podemos ver
tanto en lola como en Cristo. Lola a pesar de repetir varias veces la misma
situación nada le da la certidumbre de que lo conseguirá. Sin embargo, lo
intenta asumiendo el riego de que puede volver a fracasar. Cristo siendo fiel a
su evangelio, apuesta su vida con lo que él cree que una posibilidad de una
diferente forma de vida, una vida fraternal. Nada le asegura que su palabra o
su vida será vista por los otros. Simplemente es una apuesta que lo lleva a la
muerte. Entonces, corramos con la angustia de saber que nuestra realidad es
incierta, con la idea de que la vida es una apuesta, que podemos hacer valga la
pena.
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