Por: Alejandra Colin.
Cual película apocalíptica llega la endemia, algo que para la mayoría de las personas muy difícilmente podría pasar, y aunque el
índice de mortalidad es tan sólo del 2% es severamente contagioso. Inicialmente nadie pensaba en las repercusiones económicas que traería consigo, ni el racismo ni la xenofobia.
“hay que detener todas las actividades económicas, hay que detener las interacciones sociales que normalmente nos gustan” fueron las acciones que parecían extremistas del Sun Shuopeng, vicepresidente de la Cruz Roja china, pero la razón por lo que la cuarentena funcionó en china es porque solo existe una voz de la razón: El estado, el gran hermano que vigila todos los movimiento que haces, a diferencia de Italia o cualquier otro país, cada uno con sus formas de política y sus culturas con sus sistemas de salud. Y hablando de la cultura que es meramente importante para la prevención de los contagios, que pasa con los países donde la vida colectiva es muy importante, nacen las campañas de
ya vendrán los abrazos, salen las canciones “codo con codo” donde la vida social, el nulo miedo al gobierno, la libertad y mantener un círculo de convivencia activo tiene más valor que otras cosas, mientras que otras culturas
la distancia social de la que tanto se habla,es parte misma de sus cotidianidad, los círculos sociales son más pequeños y para muchos no hay nada más fuera del trabajo y la familia, pero todas estas muestras de solidaridad y empatía con los demás una vez pasada
la emergencia desaparecerán, las personas que salen a los balcones para aplaudir a los encargados de sanidad se olvidaran por completo de la clase trabajadora, de la que no puede guardarse en su casa, ya no saludaras a los vecinos de la casa de enfrente, la empatía con la madre tierra y la felicidad de la crisálida de los canales de venecia no será más que un recuerdo de la pandemia.
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