Morín,
E. (2004). “Epistemología de la complejidad” en Gazeta de Antropología, núm. 20, artículo 02.
Frente al actual
debate de la complejidad en varias ciencias, Morín logra hacer un gran recuento
histórico de científicos que a través de la historia la han mencionado; así
como uno biográfico de cómo ha sido abordada o debatida la complejidad, puesto
que mientras que la cientificidad, falsabilidad son grandes debates, la
complejidad nunca ha sido abordada.
El autor nos plantea
a la complejidad como algo más que una noción lógica cuantitativa, y no solo
como incertidumbre o irracionalidad, sino como una aventura. Un aventura en
donde al adentrarnos en la simplicidad, vemos y comprendemos a la vez la complejidad.
Por eso mismo se nos enlistan trece principios del paradigma de simplificación.
En los que, de manera resumida, se nos explica que desde la ciencia clásica
siempre se intenta a toda costa: legislar, ignorar el tiempo como proceso
irreversible, reducción (de los elementos), etc. en los principios construidos.
Propone así el tetragama orden-desorden-interacciones-organización.
Para Morín, desde estos puntos, el conocimiento no debe de verse como algo que
se interrumpe con nuevos descubrimientos, sino como un espiral que tiene un
punto de partida histórico, pero no tiene término; pues al conocer sus partes,
vamos conociendo mejor el todo, y al mismo tiempo ese todo nos permite conocer
mejor las partes. De otra manera, también nos hace falta ver cómo el todo está
presente en las partes y las partes presentes en el todo; y nos hace falta,
pues, no desunir, sino distinguir los seres de su medio ambiente.
En el centro de la
complejidad tenemos un problema de principio de pensamiento, y en éste se presenta el problema de la insuficiencia de la “lógica”. Además no sólo tenemos
limitantes bio-antropológicas del conocimiento (como nuestro cerebro), también
las socioculturales.
La manera en que la oposición y asociación que rige la ciencia hoy en día, no es característico de
las teorías, según Morín, la vemos también en la organización tecno-burocrática
de la sociedad. Resulta evidente, entonces, que hay una relación muy profunda
entre el modo como organizamos el conocimiento y el modo como la sociedad se
organiza. La complejidad debe tratarse en la ciencia, puesto que no sólo está
inexistente en ella, sino en todos los procesos de la vida humana: en cómo nos
vemos a nosotros humanos con la naturaleza, o no; en cómo se ve la construcción
de una sociedad, etc. esto para lograr que nuestra espiral del conocimiento,
nunca por terminarse, se complete un poco más.
Gabriela Becerra
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