La
necesidad de migración guinda sobre dos situaciones que son considerados sus
detonantes: La idea de concebir la migración como algo opcional en busca de
mejores oportunidades o por el querer conocer un nuevo territorio. La segunda
es una migración forzada, aquella donde la oportunidad para migrar tiene el
imperativo no sólo de la obtención de mejores oportunidades de vida, sino que
es donde los mecanismos tildados de clandestinos encuentran campo de operación.
Algo
que es importante destacar es el elemento de diferenciación entre el
proteccionismo de los derechos humanos y la defensa de la soberanía nacional.
Por un lado, se reconoce al sujeto migrante como acreedor de derechos dentro de
territorio extranjero, siempre y cuando este pueda cumplir con ciertos
requisitos, como comprobar que tiene solvencia económica y que cuenta con un
empleo en territorio extranjero que no permita que su tiempo de estancia exceda
a uno determinado.
El
otro elemento tiene que ver con el problema de ver al sujeto extranjero como
una amenaza, donde se señala el cuidado del territorio, en cualquier
circunstancia. Esta enemistad esta puesta sobre la idea de un acaparamiento de
puestos de trabajo por extranjeros que podría diezmar (bajo esa lógica) las
oportunidades de vida para la gente oriunda. El hecho de ver en el sujeto
extranjero una amenaza potencial no así sino complicar el intento por el
reconocimiento legal de él en otro territorio, se le provee de derechos pero
siempre con restricciones, se le dispone de oportunidades, en un escenario que
no hace inclusión social y tampoco elimina los factores que en primer obligan a
considerar la migración no visto como un problema desde el contexto del
migrante, de sus motivaciones sino simplemente, justificándolo como problema en
la medida que afecta al territorio al que se desee llegar por una vía que no
sea la burocrática.
Cuando
se hizo mención de que las motivaciones para la migración tenían que ver en un
inicio con el dejar un territorio por placer y en otro momento por necesidad se
pensaría que, a fin de poder facilitar el tránsito de los migrantes
centroamericanos, la creación de una ley que permitiría su protección sería
suficientemente completa para cubrir sus posibles implicaciones, el hecho de
ignorar que los migrantes dejan su lugar
de origen por causas como: una situación económica desfavorable y la violencia,
dificultad su posibilidad de transito por la vía legal al tener que cubrir
requisitos imposibles parecen una excusa para el castigo por el uso de los
mecanismos clandestinos, los llamados polleros, que al mismo tiempo se ven
impulsados.
Algo
interesante es el cambio de la representación del migrante en primer lugar
aquel que se presentaba como un sujeto que con la aspiración de alcanzar una
mejor calidad de vida era consciente del riesgo que implicaba el intento por
cruzar la frontera, y, por otro lado, la representación del migrante que ya
habiéndose establecido en un nuevo lugar labora con miedo de que en cualquier
momento puede ser deportado, ya que su estancia no es reconocida.
Se nos
demuestra que las condiciones se vuelven adversas en tanto no haya una
representación apropiada del problema, es decir se pretende cubrir el problema
como algo que tiene vigencia, sin tener en cuenta que las circunstancias
detonantes de la migración persisten. En tanto los mecanismos de legitimidad no
dejen de ser adrede complicados de cumplir, la transición del sujeto migrante
por vías ilegales no dejará de crecer.
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