Maldonado
expresa que el estudio de los sistemas complejos ha estado enfatizado en
caracterizar los fenómenos, procesos, comportamientos y dinámicas complejas.
Para
el autor existen dos problemas centrales para construir una teoría de la
complejidad: el primero es de la medición de la complejidad y el segundo es la
implicación que tiene realizar una teoría general de la complejidad.
Se
dice que ante todo debe ser posible medir la complejidad de cada sistema
complejo, como establecer una medida
común para diferentes sistemas complejos.
Todo
esto apunta a cambios sustanciales en la forma de entender la complejidad, es
decir para llegar a la complejidad es necesario romper con los viejos
paradigmas de las ciencias, un estudio complejo debería por tanto abarcar un
enfoque transversal e interdisciplinario para brindar explicaciones más
completas y exactas.
Dado
que la complejidad se ocupa de analizar los fenómenos, sistemas y comportamientos
no lineales, el lenguaje de la complejidad siempre aludirá a aleatoriedad,
emergencia, caos fluctuaciones, inestabilidad, rupturas etc.
Maldonado
afirma que la complejidad se encarga de estudiar el tránsito de orden a
desorden de una realidad.
Algo
que no se puede perder de vista es que las ciencias de la complejidad nunca han
pretendido tener el control de los fenómenos o sistemas que analizan, pues son
conscientes que esto solo terminaría viciando o segmentando la visión completa
y compleja a la que pretenden llegar.
Este
texto culmina considerando que la mayor dificultad a la que se han enfrentado
las ciencias de la complejidad es a intentar explicar porque razón el mundo,
las cosas, las personas, los sistemas, las estructuras son cada vez y de más
complejas. Según esta postura estamos condenados a vivir en un contexto que
tiende complejizarse sin medida, lo que supone forzosamente a pensar en
explicaciones cada vez más complejas o que por lo menos trasciendan esas
visiones tan limitadas que dan las perspectivas reduccionistas.
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