Carolina Ojeda Aldrete
Al conocer e investigar temas relacionados con las emociones y la Sociología, es notable que se ha dejado de lado o no se ha tenido suficiente consideración desde el surgimiento de la Sociología (al igual que otras Ciencias Sociales). Sin embargo, en la década de los setentas del siglo pasado aparecen nuevas perspectivas microsociológicas donde se dio paso a la subjetividad e importancia a las emociones dentro de las investigaciones (Luna, 2010). Existe una alta gama de emociones complejas que permean a la sociedad e interactúan con las estructuras sociales.
Desde la infancia hasta la vejez, se enseña a las personas a sentir vergüenza corporal, social, mental y emocional, siendo un arma normativa en cada aspecto de la vida. He realizado dos pequeñas entrevistas a un hombre y una mujer, ambos de 22 años, enfocadas a indagar cómo la vergüenza interactúa desde las acciones cotidianas hasta en las instituciones para reafirmar el estatus y rol que podemos adquirir mediante su normatividad. La vergüenza como emoción moral o compleja, se le concede la relevancia en los contextos históricos, la estructura social e institucional, las normas y valores sociales predominantes en cierto grupo social y época (Luna, 2010).
Para entender a la vergüenza, se puede definir desde Simmel como “una máscara”, como un disfraz. De este modo, un manto de uniformidad queda en la periferia de la personalidad, en la superficie del yo, resguardando así los aspectos más íntimos; aparece como una emoción puramente social que se vive en el cuerpo subjetivo del yo. Genera la sensación de exposición extrema, de visibilidad total, que deviene en sanción, espontaneo castigo. Para Norbert Elías, la vergüenza es un miedo a la degradación social, a los gestos de superioridad de los otros; se equipara a un sentimiento de inferioridad o humillación que pone en evidencia relaciones de interdependencia atravesadas por la subordinación y el sometimiento (citado en Vergara, 2009).
En las entrevistas el hombre que lo llamaremos Andrés, define a la vergüenza como “esa sensación que yo siento de hacer algo pero al momento de que otras personas ven que yo hago algo, esas personas van a tener como su opinión y esa opinión termina afectándome a mí. La vergüenza sería como el miedo, la preocupación, de que otras persona van a pensar sobre mis actos”. Mientras que la mujer que llamaremos Nadie menciona que es “un sentimiento incómodo”. En ambos existe esta percepción oculta de normatividad que se enfrenta a través del yo y del otro, vinculadas con sus acciones que repercute en sus cotidianidad.
Bericat Alastuey (2000) retoma a Arlie R. Hochschild con su concepción de las normas sociales y la estructura social, explicando que existen tres dimensiones dentro de las emociones: la dimensión normativa, lo que se debe sentir en diversas circunstancias; la dimensión expresiva, cómo y cuándo se puede expresar las emociones; y la dimensión política, las emociones están vinculadas a sanciones sociales. La cultura está plagada de normas emocionales que regulan qué, cuando, cómo y cuanto debemos sentir; hasta en el trabajo está regulado porque deja de ser privado para convertirse en público, en especial el sector femenino. En este sentido, las diversas estructuras existentes controlan las emociones del individuo, la vergüenza sirve como emoción normativa para que las personas sigan las dimensiones marcadas por instituciones, sino lo realizan de esta forma son sancionadas con exclusión y rechazo.
Ambos entrevistados expresaron que la vergüenza les ayudaba a saber qué hacer en ciertas situaciones para no sentirse rechazados o excluidos. Mientras que Andrés hacía mención que durante la prepa sentía mucha vergüenza de exponer o interactuar con otras mujeres cuando sentía atracción a ellas, Nadie tenía emociones similares cuando participa en clase o cuando le expresa a otras personas lo que siente. En sus respuestas, los dos coinciden en mencionar que dentro de su familia también han experimentado vergüenza por comentarios, actitudes o acciones.
El autor Thomas J. Scheff (citado en Bericat, 2000) argumenta que la vergüenza y el orgullo son las emociones sociales básicas porque ambas señalan el estado del vínculo social. Los pensamientos y percepciones de las expectativas sociales que tiene el individuo instalan el escenario del control social; el sistema es compulsivo debido a las emociones. Las instituciones, a través de la vergüenza, brindan un castigo cuando alguien desobedece de lo general, una sanción social que atenta contra lo no habitual. La sociedad se constituye en un modo de control social, marca lo inadecuado y las miradas sociales que generan vergüenza se centran en el individuo y olvidan a las instituciones que propician esto. Individualmente para no actuar por miedo a sentir vergüenza, grupalmente es impulsada para hacer cosas que no lograría o haría de manera aislada.
La emoción de la vergüenza es temor a transgredir las reglas sociales que sancionan a la otra para que siga en la dinámica de la estructura. Las sujetas hacen normas, prohibiciones sociales, cuando ya no requieren estrictamente de un castigo físico, de una sanción, sino cuando tal castigo se instala en la esfera subjetiva desatando un conflicto entre el querer y el deber (Vergara, 2009); la institución se internaliza en la sujeta. El desplazamiento de los sistemas normativos tradicionales relega la culpa como mecanismo de sanción social ante una acción efectuada que contraviene una disposición.
En la introducción del libro La presentación de la persona en la vida cotidiana (1981), Erving Goffman se enfoca en la interacción, definida como la influencia recíproca de un individuo sobre las acciones del otro u otra cuando se encuentran ambos/ambas. En el contexto de la situación en la que se da la interacción social (Goffman, 1981), se espera que cada participante reprima sus sentimientos sinceros inmediatos y transmita una opinión de la situación que siente que los/las otros/otras podrán encontrar por lo menos temporariamente aceptable, por eso es tan importante la vergüenza en este tipo de enfrentamientos, se debe observar microsociológicamente. Existe un consenso en la escena de interacción que depende el contexto; aunque independientemente de esto, la forma general de estos arreglos dados es la misma.
El sociólogo Goffman explica que cualquier definición proyectada de la situación tiene un carácter moral particular, la vergüenza juega un papel fundamental en el contexto. La sociedad está organizada sobre el principio de que toda individuo posee ciertas características sociales tiene un derecho moral a esperar que otros/otras lo valoren y la traten de modo apropiado; además de que la emoción de la vergüenza ejerce un poder en el otro/otra sujeto/sujeta para que responda según las normas sociales.
Los entrevistados expresan, al hacer una reflexión final, dos cosas: que la vergüenza está presente el la cotidianidad, algunas veces ellos la experimentan y otras la provocan pero no suelen percibirlo, sin embargo cada vez que recuerdan un momento vergonzoso vuelven a recordar lo que sintieron; por otro lados ambos coinciden en decir que las mujeres experimentan mayor vergüenza por los estereotipos que están presentes en ellas, Nadia menciona que está presente en todo, en el cuerpo, en como se visten, en lo que se dice o lo que no se dice, en como se actúa. La vergüenza es y será una arma normativa, una emoción compleja que se tiene que analizar en cada acto cotidiano. Además, las ciencias sociales deberían interesarse más en las emociones del sujeto, en no minimizarlas y entender cómo influyen en la estructura y construcción de la sociedad.
Bibliografía:
· Bericat Alastuey, E. (2000). La sociología de la emoción y la emoción en la sociología. Papers: revista de sociología, 62, 145-176.
· Ferrándiz, F. (2011). Etnografías contemporáneas. Anclajes, métodos y claves para el futuro. Barcelona: Anthropos/Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa.
· Goffman, E., Perrén, H. B. T., & Setaro, F. (1981). La presentación de la persona en la vida cotidiana.
· Gómez, Z. (2006). Modernidad y orden simbólico: cuerpo y biopolítica en América Latina. Aquelarre, 93-citation_lastpage.
· Vargas-Jiménez, I. (2012). La entrevista en la investigación cualitativa: nuevas tendencias y retos. the interview in the qualitative research: trends and challengers. Revista Electrónica Calidad en la Educación Superior, 3(1), 119-139.
· Vergara, G. (2009). Conflicto y emociones. Un retrato de la vergüenza en Simmel, Elías y Giddens como excusa para interpretar prácticas en contextos de expulsión. Carlos Figari y Adrián Scribano (comps), Cuerpo (s), Subjetividad (es) y Conflicto (s). Hacia una sociología de los cuerpos y las emociones desde Latinoamérica. Buenos Aires: Ciccus-Clacso, 35-52.
· Zamora, R. L. (2010). La sociología de las emociones como campo disciplinario. Interacciones y estructuras sociales. Sensibilidades en Juego: miradas múltiples desde los estudios sociales de los cuerpos y las emociones, 15-31
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