Por: José Eduardo Rodríguez Pérez.
Realidades complejas.
En este documental del Director Felipe Morán se muestra algunas de las narrativas y símbolos que construyen a la comunidad gitana de Guadalajara, la cual muestra un extenso sincretismo con las tradiciones de esta ciudad pero también destellos de la cultura del país del que son originarios “Rumanía”.
De principio me parece muy interesante la forma en que se fueron arraigando a la ciudad comenzando por vivir en “tiendas” o casas semi armadas en la periferia de la ciudad para eventualmente convertirse en casas de ladrillo y estructuras y fachadas comunes de la ciudad lo que creo muestra en el plano simbólico su deseo de “quedarse” (las tiendas se mueven, la casa de ladrillo no), de sedentarizarse en Guadalajara asumiendo su lugar como minoría social y reivindicándola.
Un segundo dato que rescato en esta misma línea es el marcado proceso de sincretismo cultural que vive esta comunidad. Hablan su idioma de origen pero también el Español aunque con una acentuación diferente, conviven con la gente de su propia comunidad pero también acuden el mercado y otros negocios de la colonia que no forman parte de ella, las mujeres visten faldas y algunos accesorios propios de la cultura gitana pero a la par combinan prendas como blusas y chamarras que usaría una mujer promedio de Guadalajara, son descendientes Rumanos pero es constante la aparición de la virgen de Guadalupe como símbolo predominante del hogar Mexicano, los hombres hablan su lengua pero a la ar visten camisas a cuadros, tejanas y beben cerveza nacional. Estos datos me parecen interesantes porque creo reflejan a una comunidad relativamente flexible a las influencias culturales externas y que puede ser un interesante punto de partida y diferenciación con otras minorías sociales que cohabitan la ciudad como los menonitas, los feligreses de la luz del mundo o los lomilargos (descendientes de franceses y portugueses católicos que rechazan los matrimonios fuera de la comunidad e interaciales, es decir con personas que no sean rubios).
Ahora bien, este documental muestra el marcado y rígido binarismo patriarcal que existe en esa comunidad pero a la par una creciente consciencia que compara lo que existe entre ellos y lo que está ocurriendo fuera de las familias gitanas. Por ejemplo, se explica que las mujeres no tienen permitido estudiar en las mismas condiciones de oportunidad de los hombres pero inmediatamente el entrevistado añade que esto es únicamente para evitar que las niñas “corran riesgo”, esto evidencía que el sujeto es consciente que fuera de la comunidad gitana donde las niñas pueden acudir a la escuela sin distinción de los varones, ese tipo de restricciones se verían de forma negativa.
Otro ejemplo se muestra en la constante contradicción de las mujeres y hombres al contar el proceso mediante el cual se unen en matrimonio, ya que los hombres intentan ante cámaras insistir en que las uniones ocurren por mutuo acuerdo de la pareja y de las familias, pero más adelante una mujer señala que la mayoría de los matrimonios son arreglados por la familia y que no siempre la pareja que se une lo desean de manera mutua, para inmediatamente añadir de forma justificatoria que sin embargo eso “no ocurre en todos los casos” y que “la mayoría de los matrimonios” si son movidos por el amor de la pareja, lo que nos indica nuevamente que es consciente que las uniones arregladas son vistas de forma negativa fuera de la comunidad y de alguna manera apoya esa posición cultural externa diciendo que “son pocas en esa situación”. Y sin embargo, las dudas sobre si están haciendo lo correcto siguen ahí.
El predominio de una cultura patriarcal y machista se sigue haciendo evidente de forma expresa a lo largo del documental y va cubriendo todas las narrativas y símbolos visuales que en ella aparecen como cuando se muestra una prenda durante una boda en la que escriben en una prenda roja los nombres de la pareja pero que muestra el del hombre en la parte superior con letras más grandes y el de la mujer en la parte inferior con letras más pequeñas.
Incluso la vigilancia colectiva por el cumplimiento de los roles de género es tan marcada que los hombres creen que hacer labores de casa que se consideran propias de las mujeres en cosas tan sencillas como tocar una almohada es “de mala suerte”, también es notorio que los hombres viven constantemente separados de las mujeres reproduciendo conductas propias de los hombres mexicanos machistas como beber alcohol y expresar una especie de satisfacción por hacerlo.
La boda con novios de caras largas y poquísimas sonrisas deja mucho que pensar.
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