martes, 26 de mayo de 2020

Yo, Daniel Blake. Todos somos Daniel Blake


Yo, Daniel Blake. Todos somos Daniel Blake


Universidad de Guadalajara: Lic. en Sociología
Isaac de J. Palma Córdova
22-05-20





Las películas después de haber estudiado sociología nunca se ven igual. Siempre hay algo más que la simple representación. Hay ideas, discursos, analogías, verdades. El cine es un espejo fragmentario de la realidad. 


Ante mi imposibilidad de conseguir la película de la bicicleta verde (Wadja) (2014) de Haifaa al-Mansour he optado por buscar un  filme que tratará un tema sociológico, por lo que hablando con un querido amigo filósofo me recomendó que viera Yo, Daniel Blake (2016) de Ken Loach. La película es grandiosa, pero al mismo tiempo desgarrador, porque no es más que la realidad. De hecho, investigando un poco más sobre el director el género que trabaja es el realismo social, para el espectador resulta perceptible[1], pues no estás viendo una “historia más”, estas ante un fragmento de la realidad. Es como si vieras a través de un portal otra parte del mundo que compartimos. Este film justamente hace eso, nos sumerge en una historia que se siente muy real, te conecta con la situación compleja de los personajes.




En fin, preguntémonos: ¿Qué es lo que vemos en el film? ¿Qué tiene de particular con respecto de otros dramas? ¿Qué es lo que nos quiere decir el director? Contestemos a estas preguntas, asumiendo el riesgo de interpretar.

La película presenta la historia de Daniel Blake, un viejo carpintero de Newcastle, Inglaterra. Al que recientemente le da un infarto, que le ha dejado con graves secuelas para poder reincorporarse al trabajo (su médico le recomienda no volver por el posible riesgo de un infarto). Una vez desempleado trata de solicitar el apoyo del gobierno al departamento de Trabajo y Pensiones. Mientras sigue los procesos regulares para la solicitud de la pensión, los servicios básicos y la comida dejan en una situación sumamente vulnerable a nuestro protagonista. Sin embargo, incluso con el pesar de las exigencias cotidianas y del sistema, apoya a una madre soltera que también se encuentra en una situación precaria con sus dos hijos.  

Lo que se nos presenta es la miseria cotidiana. Es incómodo, muy incómodo. Tenía tiempo sin ver una película con tanto potencial de conexión. Aunque los contextos de México e Inglaterra son muy distintos las experiencias no dejan de ser muy similares: el hambre se siente igual; las oportunidades laborales son escasas en todos lados (además de que muchas de ellas son  indignas); todos sufrimos y nos estresamos cuando no alcanza para los servicios al final de mes; O, igualmente; todos nos hemos sentido ignorados por una institución gubernamental que supone ayudarnos; y finalmente nos encontramos con un proceso burocratizado, que de lo que menos goza es empatía. Todos somos “víctimas de la perversidad del sistema”.

Ahora bien, respondiendo a la segunda pregunta, la película tiene particularidades, pero antes de mencionarlas aclaremos: No es la única película que habla de la pobreza, tampoco es la única que tenga a su protagonista desempleado, mucho menos es la historia magnifica de alguien que sale adelante. Diría pues que no es un drama jamás antes visto, pero es un drama con el cual muy fácilmente puedes empatizar. Una muestra de lo real.  

Pasemos a las particularidades:

Un aspecto pertinente es como ilumina los efectos de la estructura  sobre los individuos: el sistema económico se hace presente como un personaje más. Lo complejo es que aparece como lo que imposibilita la vida de los personajes, como un sutil antagonista. Hay varios momentos donde lo podemos identificar: Cuando sus jóvenes vecinos hablan del precio del salario en UK y el de China; o cuando los mismos tienen que vender los zapatos en la calle, cuando son exactamente los mismos que en la tienda; o bien, al ver como todo el proceso de pensiones y empleo, del cual los rumores siempre son negativos; O el momento en que debe vender los muebles de su casa para pagar la electricidad de su hogar; O el hecho de que le puedan quitar los hijos a Katie por su condición económica.  El sistema siempre está ahí, al acecho.

Ahora, si bien, los personajes no gozan de esta imaginación sociológica que permite vincular los problemas –en apariencia—privados con los problemas públicos, Ken Loach sí, sabe muy bien lo que está diciendo y no vacila en su crítica a los programas de beneficencia británica y al sistema mismo. Tiene muy bien ubicados los problemas sociales y los manifiesta en una narración muy próxima a la audiencia.
También me parece maravilloso el acercamiento a una pobreza inglesa que se coloca bajo un tipo cortina, de modo que disimula. Lo que quiero decir es que, a diferencia de la imágenes de pobreza en Latinoamérica que están representadas por el comercio informal, el mendigar o los guetos, Loach nos muestra como la pobreza también se puede vivir bajo techo, que terminar sin hogar solo visibiliza más el empobrecimiento. (Incluso en su vestir, podría representar cierta estabilidad económica, pero no significa nada si hace falta comida en el estómago).   

Algo que valdría la pena resaltar es la respuesta a la adversidad incluso en la momentos más ásperos: Daniel apoya Katie, Katie apoya a Daniel, China apoya a Daniel, Daisy apoya a Daniel, Daniel apoya a Dylan, etc.  Como pueden salen adelante, por ese amor a la vida. Una solidaridad que solo se encuentra en ese momento donde te estás jugando todo.   

Finalmente, y este me parece el punto central, es que “Loach no habla de “pobres”, sino de seres despojados de su sentido de dignidad” (Solórzano, 2017). Esa es justamente la experiencia compartida que muchos hemos sufrido: un proceso de cosificación o negación de nuestra vida. Ya no se nos toma como “personas”, sino que somos reducidos a meros objetos.

Por último, dejemos que Loach responda a la última pregunta (¿Qué es lo que nos quiere decir el director?) con una parte del guion:

 “I am not a client, a customer, nor a service user. I am not a shirker, a scrounger, a beggar nor a thief. I am not a national insurance number, nor a blip on a screen. I paid my dues, never a penny short, and was proud to do so. I don’t tug the forelock but look my neighbor in the eye. I don’t accept or seek charity. My name is Daniel Blake, I am a man, not a dog. As such I demand my rights. I demand you treat me with respect. I, Daniel Blake, am a citizen, nothing more, nothing less. Thank you.”

“No soy un cliente, un cliente ni un usuario del servicio. No soy un flojo, un tramposo, un mendigo ni un ladrón. No soy un número de seguro nacional, ni una señal en una pantalla. Pagué mis cuotas, nunca un centavo, y estaba orgulloso de hacerlo. No tiré del mechón, sino que miro a mi vecino a los ojos. No acepto ni busco caridad. Mi nombre es Daniel Blake, soy un hombre, no un perro. Como tal, exijo mis derechos. Exijo que me trates con respeto. Yo, Daniel Blake, soy ciudadano, nada más y nada menos. Gracias."


















Bibliografía

Loach, K. (Dirección). (2016). I, Daniel Blake [Película].
Mills, W. (1959). La imaginación sociólogica . Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica.
Solórzano, F. (16 de Mayo de 2017). Yo, Daniel Blake y el cine de la empatía. Obtenido de Letras Libres : https://www.letraslibres.com/mexico/revista/yo-daniel-blake-y-el-cine-la-empatia





[1] Una experiencia muy similar a Roma (2018) de Alfonso Cuarón que contiene todos esos elementos que hacen a la película una ventana, un recuerdo completo.

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